Continúo desarrollando el papel de la ética en la toma de decisiones, iniciado en entradas anteriores.
Un buen directivo toma decisiones adecuadas desde el punto de vista económico (rentabilidad), pero también para conseguir un buen ambiente de trabajo en la empresa, para aprendizajes operativos positivos (conocimientos y capacidades) de sus empleados y de él mismo, y para aprendizajes evaluativos (virtudes), es decir, cuando procura tener en cuenta todas las consecuencias de sus acciones sobre él mismo y sobre los demás. Pero esto es, a primera vista, una tarea imposible, por tres razones.
- La naturaleza de los problemas de dirección: problemas humanos complejos, con muchas dimensiones (económicas y técnicas, psicológicas, políticas, sociales y éticas); problemas no operativos, que no se pueden identificar por sus síntomas; problemas con muchas variables implicadas, en los que es imposible saber a priori cuáles son las más relevantes; cuya solución no sigue una secuencia de operaciones predeterminada y con frecuencia no es posible un consenso sobre qué hay que hacer.
- El marco en que se presentan esos problemas: los directivos tienen que tomar decisiones con información insuficiente e incierta, con poco tiempo para la reflexión o la consulta, en un marco en que la sensibilidad por los temas éticos suele ser muy reducida, y con la exigencia de que sean eficaces y eficientes, que obtengan resultados con autoridad y profesionalidad, sabiendo que sus errores pueden tener consecuencias graves.
- Y hay aún otra razón para el escepticismo a la hora de llevar a cabo un buen análisis ético de cada decisión: si el agente no sabe cómo y cuándo se producirán los cambios de conducta motivados por los aprendizajes evaluativos, ¿es razonable pensar que será capaz de tener en cuenta todas las consecuencias de sus decisiones sobre él mismo y sobre otros?
G. Abbà, en su libro Felicidad, vida buena y virtud (Ediciones Internacionales Universitarias, Barcelona, 1992, pp. 127-128) explica así esta dificultad: “Es relativamente fácil tomar una decisión de principio; los problemas surgen cuando un sujeto tan complejo y frágil como el sujeto humano busca un camino de realización en las complicadas y variadas situaciones concretas. Surgen problemas para la razón, que debe buscar, prever, recordar, inventar, tener en cuenta tantas circunstancias relevantes y, antes aún, discernirlas, juzgar y elaborar una directiva precisa; problemas para la voluntad que debe emitir nuevos deseos e intereses, superando impedimentos, inclinaciones preexistentes, indiferencia; problemas para los apetitos pasionales, que aquí tienen mucho peso; docilidad para dejarse incentivar o frenar, para modificar los propios objetos, para plegarse a las exigencias de criterios superiores”. Pero añade: “Este, donde las decisiones fundamentales fácilmente se vienen abajo, es el lugar propio de la virtud”. O sea: las virtudes vienen en ayuda del decisor, para facilitarle una tarea que los principios (deontológicos o utilitaristas) no cubren suficientemente: la de facilitarle el aprendizaje de lo que es bueno.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
El sincronismo lo resume todo, cuando se trata de empresas o instituciones, profesor; pues uno debe lograr que los demás directivos (de las empresas o instituciones vinculadas) busquen también el sincronismo. Inspiradora entrada: cuantitativa y cualitativa.