¿Qué podemos esperar de las previsiones económicas?

¿Qué podemos esperar de las previsiones económicas? Que se equivoquen, claro, como hicieron en el pasado. Alguien dijo que la función social de los economistas era mejorar el prestigio de los meteorólogos… Bromas aparte, esto es un error. Si el lector ha seguido algún día los pronósticos sobre el tiempo a lo largo de unas horas, con todo el despliegue de las webs sobre el tema (mapas, cifras, etc.), se habrá dado cuenta de que lo que hacen es tener unos sofisticados modelos en los que introducen todas las variables que les parecen relevantes, y van cambiando las cifras conforme llega nueva información. O sea, parten de unos supuestos (por ejemplo, sobre la relación entre tremperaturas a distintos niveles, viento, humedad, etc.), lo que configura sus modelos, introducen la información y sacan sus conclusiones. Y las cambian cuantas veces cambia la información, o han de modificar alguno de sus supuestos. No dicen que «mañana lloverá», sino que, «de acuerdo con sus hipótesis de partida, y con la información disponible en estos momentos, mañana es probable que llueva en tal lugar, entre tal y tal hora, con una probabilidad de tanto».

Los economistas hacemos algo parecido. Tenemos unos supuestos, establecemos unos modelos (formales o no: relaciones entre variables) e introducimos una información (que, a diferencia de la de los meteorólogos, no suele ser en tiempo real, sino con retrasos, a veces de muchas semanas). Lo que decimos es algo así como «dada nuestra experiencia acerca de cómo una política de aumento del gasto público influye sobre la demanda agregada, en determinadas condiciones de abundancia de liquidez, tipos de interés de los bancos centrales, estado de endeudamiento de los agentes económicos, confianza del público, actitudes de los políticos y mil factores más, parece probable que, a lo largo de 2017, en Estados Unidos los tipos de interés de los mercados financieros a corto plazo suban, la demanda agregada aumente y la inflación suba, si el Presidente Trump lleva a cabo su anunciada política de inversiones públicas, que suponemos consistirá en esto y lo otro». La conclusión, unos meses después, de que los economistas se equivocaron, debe ser, pues, muy matizada.

Moraleja: lo importante no es que digamos que el crecimiento vaya a ser dos décimas más o dos décimas menos, sino la lógica que hay detrás de esa predicción, lógica que depende de los supuestos, de la información disponible y de las incertidumbres que nos conciernen. Con otras palabras: una previsión económica bien hecha se debería parecer mucho al prospecto de un medicamento, que contiene docenas de observaciones sobre lo que se puede esperar o temer de él. El problema es, pues, que nadie se leería el prospecto de las previsiones económicas, y que, probablemente, ningún economista añadiría tres o cuatro páginas de «bueno, sí, pero quizás no». Lo malo, lo realmente malo, es que, a menudo, no nos hemos parado a pensar cuáles son nuestros supuestos y de qué información dependemos. Y, claro, cuando nos equivocamos, tardamos en darnos cuenta de la razón.