En esta explicación de lo que desarrollé en un seminario de investigación en las universidades de Deusto y del País Vasco, en Bilbao, hace unos días, hemos optado por volver al punto de arranque: para entender qué es una empresa y cuál es su función social, hemos de volver a su propósito u objetivo, recordando la propuesta de Drucker: «si queremos saber qué es una empresa debemos empezar por el propósito. Y su propósito debe estar fuera de la empresa misma. De hecho, debe estar en la sociedad porque la empresa es un órgano de la sociedad». O, como dicen Birkinshaw, Foss y Lindenberg, «si quieres construir una empresa que motive verdaderamente a los empleados, tiene que tener un sentido de propósito (…) El propósito, por su naturaleza, trasciende el ganar dinero. Trata de personas que se juntan para hacer algo en lo que creen y que producirá, como consecuencia, un beneficio (…) La cuestión importante no es si hay una tensión entre propósito y beneficio. La cuestión es: ¿cómo puede gestionarse la tensión entre propósito y beneficio?».
Personas que se juntan para hacer algo en lo que creen: esa es la clave. ¿Se juntan para crear valor para el accionista? ¡Oh, no lo creo! Quizás ni los mismos accionistas se lo creen, como prueba el hecho de que cada vez hay más inversores que miran variables que no son la rentabilidad, el beneficio o el valor de la acción.
Vamos a verlo de otra manera. La empresa es un conjunto de personas que se juntan para hacer algo en lo que creen. Pensemos, primero, qué es eso en lo que creen. ¿Por qué quieres tú formar parte de una empresa, como propietario, directivo o empleado? La gente busca varias cosas, como ya hemos dicho muchas veces en este blog: la satisfacción de las necesidades de los consumidores y clientes, porque sin eso no hay empresa, porque no hay ingresos, no se cubren los costes, no se pagan los salarios, no se devuelven los créditos… y de todo esto tratan las teorías explicadas en las entradas anteriores.
Y buscan también cosas que tienen lugar en los propios empleados o directivos: satisfacción y gusto por su trabajo, la conciencia de hacer algo útil para otros (empezando por su familia, a la que van destinados sus ingresos ), el desarrollo de relaciones humanas relevantes, el aprendizaje de conocimientos, el desarrollo de capacidades, de valores y de virtudes… Cosas que se logran cuando ellos, los stakeholders, participan en la empresa, se relacionan unos con otros (¡oh, las relaciones, qué importantes son para el desarrollo de las personas en las organizaciones!), aprenden a preocuparse por los demás, dan sin darse cuenta y reciben a veces sin pensarlo… Y todo eso no es valor económico, ni puede convertirse en equivalente en euros o en dólares.
La empresa, pues, es una comunidad de personas que participan de un propósito compartido, que todos desean que salga adelante, aunque probablemente lo hagan por motivos distintos. Y es una organización económica, o sea, todo lo anterior se debe llevar a cabo con eficiencia; si no, no hay continuidad, ni crecimiento, ni futuro.
Hay diversos enfoques que ven la empresa como esa comunidad de personas con un propósito compartido y con exigencias de eficiencia: algunas formas de teoría de stakeholders, como expliqué hace unos meses; las llamadas teorías humanistas; la gestión / liderazgo basado en valores o en misiones; el positive management; la teoría del bien común; los enfoque que ponen énfasis en la ética, la sostenibilidad o la Responsabilidad Social; el capitalismo 2.0, el capitalismo responsable, el capitalismo consciente, y otras muchas. Lo que caracteriza a todas ellas es todos o algunos de estos caracteres: que prestan atención a la empresa como comunidad de personas, cada una con sus motivaciones personales, y a las relaciones que se crean en ella, o sea, a la función social o propósito de la organización, que incluye su misión externa (hacia los clientes) y su misión interna (hacia los stakeholders internos), hacia las comunidades en las que se integra y hacia la sociedad, con eficiencia económica, pero que va más allá de ella porque los resultados económicos son necesarios pero no suficientes: hay otros que también son relevantes.
Cada uno tendrá sus propias preferencias sobre esos enfoques. Me atrevo a decir que no hay uno que sea claramente superior a los otros. Toda teoría se fija en algunos detalles y descuida otros, lo que quiere decir que ninguna es completa, aunque para algunos objetivos hay algunas mejores que otras. En todo caso, esta serie de entradas puede servir para entender los distintos enfoques y su justificación.
La clave de lo que he explicado en estos días es que la teoría de la empresa ha avanzado, primero, en el ámbito de la creación de valor económico: qué es lo que crea valor para el accionistas. Y segundo, en el ámbito de la creación de valor no económico, porque las motivaciones de los que participan o se benefician de la empresa son muy variadas, y todas ellas pueden actuar en sus decisiones. De modo que hay que tener en cuenta a todos, como personas, porque todos son importantes para la empresa.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Me siento en la obligación de comunicarle una publicación mía: http://www.leonardopolo.net/revista/mp59.htm, es sobre el DNA empresarial
Propósito es una palabra que no puede estar nunca a nivel de las misiones, solo por analogía. Quizá por el lado negativo: lo que no es (propósito). Mejor citar a alguien muy autorizado para ello: «de ordinario, damos lo que tenemos; sin ello nuestro dar no se manifiesta, sino que se queda en la intimidad como un dar que no llega a ser un don. Con esto se muestra el error de ciertos planteamientos éticos últimamente propuestos. La ética no es exclusivamente personal, sino que se sitúa en la esencia del hombre. La trascendentalidad de la persona no autoriza a distinguir una moral trascendental de una moral predicamental» (Polo, AT1; 3ªp cap. 3 p.B).