En una entrada anterior me refería a una cuestión planteada por Yascha Mounk, acerca de la degradación del concepto de responsabilidad en el Estado del bienestar, que empezó siendo una muestra de la responsabilidad de todos hacia los que tenían necesidades importantes (enfermos, parados, discapacitados…) y cada vez más es una responsabilidad punitiva, la responsabilidad de cada uno de sacar adelante su vida y que, por tanto, castiga al que, por alguna acción inadecuada suya, acaba sufriendo una necesidad.
El tema me recuerda las limitaciones de la ética basada en principios. Lo que plantea Mounk es, en definitiva, el choque de dos principios: responsabilidad personal, por un lado, y solidaridad, por otro (el lector puede cambiar los nombres, si prefiere usar otros). Cada uno de nosotros debe asumir su responsabilidad por sus acciones, y si cometió un error o fue imprudente, no puede salir indemne: el que la hace, la paga. Pero los demás somos también responsables de ayudar a la persona necesitada, a veces por una razón egoísta (no me gusta encontrarme con pobres pidiendo limosna en la calle, o prefiero que el nivel de vida en mi ciudad sea suficiente para que no proliferen los ladrones), pero también por razones altruistas (me gusta ayudar a los que lo necesitan) y morales (tengo el deber de ayudarles: haz a los demás lo que te gustaría que hiciesen contigo).
Al final, me parece que todo se entiende mejor si adoptamos un punto de vista amplio: yo soy responsable de mis acciones (y omisiones) y de las consecuencias de esas acciones sobre mí mismo y sobre los demás, y esas responsabilidades se entrecruzan. Desde luego, no todas tienen la misma relevancia o urgencia, pero, en buena ética, yo he de considerar todas esas responsabilidades. Con sentido común, claro: si dicen que el aleteo de una mariposa en la selva amazónica puede provocar un tifón en Malasia, no podemos pedir a la humilde mariposa la responsabilidad de lo que ha organizado en la otra esquina del planeta. Pero si yo tiro por la ventana de mi casa un mueble pesado a una calle por la que suelen pasar muchas personas, no puedo alegar ignorancia por las consecuencias que pueda tener mi acción.
Dicho de otra manera: el problema que plantea Mounk no es un dilema entre hacer algo mal y hacer algo bien, sino entre hacer dos cosas buenas que son más o menos contrarias entre sí. Es bueno que la gente se cuide de su futuro y no haga imprudencias, y es bueno que ayudemos a los que tienen necesidad. El problema es que, si ayudo a todo el que tiene necesidad, puedo estar fomentando conductas indeseadas, de quien hace imprudencias pensando que ya le salvarán, o no se preocupa del futuro esperando que el estado del bienestar ya se cuidará de ello. Y, lógicamente, he de tener en cuenta esas posibles consecuencias no deseadas de mi acción de ayudar. Pero ya va siendo hora de sacar algunas moralejas, antes de abandonar el tema.
Primera moraleja: Mounk está planteando un problema que es más político que ético, aunque tiene, desde luego aspectos éticos importantes. De hecho, buena parte de su discusión gira alrededor de los conservadores que defienden la responsabilidad punitiva, y de algunos liberales o socialdemócratas que se han pasado también a este argumento.
Segunda moraleja: cuando elabora su estado del bienestar, el gobierno debe tener en cuenta todo lo anterior y procurar que todo salga bien, que no se eche a perder nada, que no se deje a nadie en la miseria y tampoco se fomente la vagancia y la imprudencia. Al final, no queda otro remedio que vivir la virtud de la prudencia. Y si no tiene una idea clara de lo que puede pasar, pensar bien las cosas, probar los resultados de forma limitada y corregir los errores cuando se presenten, porque lo que parecía una excelente idea cuando el empleo era muy alto, deja de serlo cuando el paro se dispara. El estado del bienestar debe tener elementos fijos, estables, y otros variables, flexibles. Por ejemplo, las pensiones se deben establecer con criterios determinados, pero su cuantía debe ser revisada de vez en cuando.
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Buen análisis profesor. A pesar de todo, hay precisiones que no se hacen por defectos de la misma teoría del asunto. Por ejemplo, la prudencia de los medios depende de qué medios se trate. Polo decía que unos medios son naturales (la prudencia común, a la que estamos acostumbrados) pero los hábitos profesionales, que también son medios, requieren estudiar más a fondo de qué prudencia se trata (que puede llamarla gubernativa o política); y, más aún, las virtudes morales son también medios que requieren otro nivel de prudencia mucho más difícil, de RS