«Parece que Antonio nos quiere contar una historia picante de algo que pasa de vez en cuando en las empresas»… No: me refiero a algo muy serio. He pasado unos días en Puebla, México, invitado por la UPAEP, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, una excelente universidad en la que he aprendido mucho… y eso es lo mejor que le puede pasar a alguien a quien invitan a «enseñar» en otra universidad. Me invitaron a hablar a varias audiencias de… el amor en la empresa. Bueno, la empresa era la excusa, porque hablamos del amor en la vida de las personas, en las universidades, en las organizaciones…
«Y, ¿qué les dijiste?», me pregunta el lector. Vaya, necesitaría una larga conversación para reproducir las que tuve estos días en Puebla. Pero lo resumiría en algo que ya he comentado con vosotros, mis lectores, en estos años. Como siempre, empiezo con una teoría de la acción humana que es, fundamentalmente, la de mi colega Juan Antonio Pérez López, a quien tanto debo. La gente actúa por muchos motivos distintos: dinero, carrera, prestigio, aprender, hacer algo por los demás… Y si tú eres el directivo de una organización y quieres que tu gente colabore contigo, tienes que ganártelos: que puedan satisfacer sus necesidades, sus motivaciones, al menos en lo que a los fines de tu organización se refiere, no en otros aspectos. Por eso, una empresa no es una familia: quiero decir, no debes esperar que en la empresa te traten como te trata (se supone que muy bien, claro) tu marido o tu mujer, tus padres, tus hermanos o tus hijos. Y entre esas motivaciones está el hacer algo por los demás.
Y esto ocurre también cuando uno trabaja por dinero, porque seguramente está pensando en sacar su familia adelante, y ayudar a sus padres ya mayores… o sea, lo hace por los demás, por la motivación trascendente o prosocial.
Pero esta teoría de la acción tiene aún otra dimensión: lo que ocurre aunque no queramos, o sea, los resultados de mi acción sobre mí mismo y los demás. Porque cuando yo actúo, lo que yo hago tiene un impacto en mí y en los demás. Pero esto sería largo de explicar, de modo que lo dejo para otro día. ¡Volved, que nos quedan cosas interesantes que comentar!
Muchas gracias por estas reflexiones con tanta excelencia como siempre. Intento aplicarlas cada día de mi vida, en especial en el ámbito laboral, es decir, en el despacho de abogados donde trabajo, que es hacia lo que está dirigido el artículo.
Una vez más Gracias, Sr. Antonio, por su excelente reflexión.
Gracto saludos
Como cada artículo que publica usted Señor Antonio, está perfecto, muchas gracias por estas sabias palabras y que sepa que aquí tiene un lector para toda la vida.
Saludos y cuídese! 🙂
Antonio: tal vez, si iniciamos unos procesos que nos permitan ENCONTRAMOS a alguien en nuestro sitio de trabajo, alguna persona con virtudes, que nos enseña a obedecer por amor y no por terror, a perder algo o la amistad de alguien, vamos perdiendo los miedos, susto para salirnos del cómodo sofá donde estamos instalados, o tal vez un balcón concreto desde el observamos fríamente la realidad y ,comenzamos un proceso de conversión. Pienso que la clave está en descubrir una Persona, tal vez una Autoridad que nos confíe su poder , como buscar un tesoro escondido en el campo, que tenga la prudencia de mandar por amor y de obedecer por amor.¿ Existe, y está viva presente y cercana esa Persona?
La obediencia, como virtud, es la que nace del amor, manifiesta el amor y se ordena a innovar un nuevo orden mundial. Es un proceso que comienza aprendiendo a oírle, pasa por entenderle o preguntarle, el dialogo franco, y luego hacerle caso porque lo amamos, porque nos da la real gana. Queremos que el dirigir( managing ) nazca del amor, que se note en las decisiones que hacen esas personas, porque se dirige hacia un nuevo orden mundial establecido por Otro, que inventó la Economía para que todos los hombres puedan salvarse, si quieren responder libremente a la Con-vocatoria, de trabajar en su Viña. Los recursos no son escasos, son abundantisimos, y las decisiones no sólo son razonables, sino con amor inteligente , porque vienen de una persona con una inteligencia, que no solo mide, sino que mira con ojos de cariño la realidad para mejorarla, desde dentro, porque la ama con pasión.
Gracias por tus profundas reflexiones.