Estuve el pasado 11 de mayo en el III Congreso de Recursos Humanos y Desarrollo de Personas de las Islas Baleares, celebrado en Palma de Mallorca y organizado por Forempresa. No os voy a contar mi intervención, pero sí referirme a una cuestión que se planteó allí en el coloquio de una intervención anterior: ¿motivación o voluntad? ¿Qué es lo importante? La respuesta que se dio allí es, me parece, correcta: la voluntad. Pero el tema exige, me parece, una reflexión.
Como explicaba mi colega del IESE Juan Antonio Pérez López, de quien tanto aprendí, la gente actúa por motivos, que él agrupaba en tres tipos: extrínsecos (que me proporciona el entorno con el que yo me relaciono: si trabajo, mi empleador me dará sueldo, reconocimiento, oportunidades de carrera), intrínsecos (que me doy a mí mismo, o sea, que tienen lugar en mí cuando yo actúo: satisfacciones, aprendizaje de conocimientos, desarrollo de capacidades técnicas…) y trascendentes (que tienen lugar en otros: servicio al cliente, ayuda a un colega…).
Todos tenemos esos motivos en nuestras acciones; a menudo todos se producen, pero suele haber uno que domina: mi intención. Pero… las ideas, por sí solas, no mueven. ¡Qué bonito sería, qué bien me vendría, recibir mi sueldo, y mi satisfacción, y mi aprendizaje…! Pero he de pasar de la idea a la realización. Juan Antonio distinguía entre motivo y motivación. La diferencia radica, primero, en la voluntad, que está presente en la motivación, pero todavía no en el motivo.
Y él apunta a otra segunda diferencia: hay motivaciones espontáneas y otras que Pérez López llamaba racionales. Cuando veo en la mesa una formidable tarta de chocolate, tengo deseos de comérmela, porque tengo la experiencia de lo ricas que son esas tartas; no necesito hacer un razonamiento para sentir esa motivación. Pero luego viene la razón a recordarme lo que me dice el médico sobre el consumo de chocolate, la mala impresión que se llevarán los que están conmigo si me abalanzo sobre la tarta, la desilusión de aquellos a quienes también le guste la tarta, si ven que yo me la como entera… De modo que la motivación que triunfa será, al final, la racional, que será una combinación de experiencias pasadas y de razonamiento sensato que, al final, mueven a la voluntad.
Me encanta el artículo que ha publicado sobre la motivación. Sin duda para unos se siente de manera distinta pero es una lectura que pienso recomendar. Siga así, gracias.
El mundo de las motivaciones es para cada uno diferente, depende de los gustos, el estado de animo, etc.
La voluntad es para el bien de la persona que es su amor: cultural, racional y amor personal. Los tres niveles son afectivos pero el que manda, es el personal. Como nos decía Polo, sustentando a JUan Antonio era: «El soporte de las facultades naturales es la sustancia, en cambio, el de las potencias pasivas es la sindéresis (o sea, el alma espiritual tradicional). Si la potencia es puramente pasiva, la sindéresis la anima, ilumina su verdad, y de este modo la motiva: descubre la congruencia del bien con el amor». El Amor Personal es un trascendental humano (motivo más elevado), el Bien es un trascendental metafísico (un tipo de motivo menos elevado, pero también trascendente). Su congruencia es lo que busca la motivación humana.