Voy a adelantar aquí una idea que se me ha ocurrido, al preparar una presentación en el Congreso Edufinet, que tendrá lugar en Málaga los días 22 y 23 de este mes de noviembre. Puede que sea una tontería, por eso utilizo este medio para conocer vuestras críticas.
Para empezar, he de reconocer que hace tiempo fui crítico de la educación financiera, es decir, de facilitar conocimientos y experiencias a las personas que no tienen especiales conocimientos de economía y finanzas, no porque considerase que era superfluo, sino por pensar que las empresas tenían responsabilidades más importantes que ir a las escuelas secundarias a enseñar finanzas a los niños. Pero analizando la Responsabilidad Social (RS) de las entidades financieras, se me ocurre que esa educación tiene tres dimensiones.
La primera la llamo «interna». Los directivos, empleados, asesores y colaboradores de una entidad financiera tienen muchos conocimientos y han desarrollado muchas capacidades de finanzas y economía. A menudo la han aprendido antes, quizás en la universidad, o en la práctica en otras instituciones. Pero también tienen que aprender lo que podríamos llamar un capital social financiero específico de su institución.
La segunda la llamo «externa». Cuando un empleado de un banco explica los caracteres de la cuenta que quiere abrir un cliente, o las diferencias entre participaciones en dos fondos distintos, está dando educación financiera a ese cliente. Y esto es muy importante. De alguna manera, esto es lo que me hizo cambiar mi escepticismo ante la educación financiera, desde el punto de vista de la Responsabilidad Social. Porque esa educación no es algo ajeno al negocio, sino totalmente inmerso en él. No es un añadido, como algunas acciones de filantropía, sino algo interno a la RS.
Y la tercera la llamo «social». En la sociedad hay necesidad de formación financiera, desde las escuelas primarias hasta la universidad, la preparación para montar un hogar, la gestión del mismo y la planificación de la jubilación. Lo que hacen aquí las entidades financieras es responder a esa necesidad, porque tienen conocimientos y capacidades no solo teóricos, sino también prácticos.
Bueno, no sé si esto os parece interesante o no. Otro día os contaré otras cosas que he pensado sobre este tema.
No sólo en los colegios. Sobrecoge la falta de cultura (cierta o no) financiera de la ciudadanía (lo que hay que escribir para no caer en la tontuna de españoles y españolas o españolas y españolos), con sin título universitario. Agradezco haber dedicado unos días de los veranos de los primeros años 60 a cortar cupones, archivar albaranes, facturas pro forma, facturas, letras por fecha de vencimiento, activo, pasivo y ¡cuenta de resultados!, a no estirar el brazo más la manga, lo que era una letra de pelota, un descubierto, a persuadirme que crecer no es sinónimo de mejorar, a que el buen paño ya no se vende en el arca, a que la calidad del producto comienza y exige la calidad moral del empresario, cuando se gana y cuando se pierde, que la intervención de la normativa pública impide el desarrollo, encarece el producto y limita la el desarrollo …. Gracias.