El lector quizás no conoce La Maratón de TV3. TV3 es la televisión pública catalana que, desde 1992, recoge fondos para impulsar la investigación biomédica, a través de la colaboración de muchas personas, actividades de todo tipo y muchas horas en la televisión y la radio. Este año ha llegado a recoger bastante más de 10 millones de euros, que aún puede aumentar, porque el periodo para donar acaba el 31 de marzo. La Maratón la promueve una Fundación dedicada especialmente a este tema, que tiene gran interés para los ciudadanos, para los investigadores y para los medios de comunicación. Este año, el importe de la recaudación se dedica a la investigación en la lucha contra el cáncer.
No pretendo hacer publicidad de La Maratón, aunque se la merece. Pero quiero comentar algunas reacciones en los medios de investigación, que dicen que está muy bien, pero que la investigación biomédica debe ser financiada con fondos públicos. Me preocupa la rotundidad de esta afirmación, porque lo mismo decimos de las pensiones públicas, la gratuidad escolar, las universidades, las carreteras, los aeropuertos, la policía, los bomberos, el ejército… Papá Estado se cuida de todo, no hay problema. Y si lo hay, se suben los impuestos, o se congelan las pensiones, o se incurre en déficit, que para eso está: alguien lo pagará, ¿no?
Aquí hay un problema de fondo y otro de forma. De fondo: ya he comentado otras veces que la financiación de lo que solemos llamar el bien común debe correr a cargo de la sociedad. El Estado es el principal responsable de ese tema, porque alguien tiene que hacerse cargo del mismo. Pero esto no significa que todo deba hacerlo él. Cuando magnificamos el papel del Estado, reducimos el de la sociedad civil. En, el límite, lo que queda es el individuo frente al Estado; a lo más, el individuo más los lobbies, los sindicatos, las patronales… o sea, los grupos de interés.
El problema de forma es que no hay dinero para todo. Lo hay si, de verdad, la financiación se dirige a mínimos: una pensión suficiente y nada más, una ayuda a las familias para que sus hijos puedan ir a la escuela, pero aportando ellas el resto… Pero nuestra sociedad no se conforma con esto: lo quiere todo. Y aquí viene el problema: un Estado que lo maneja todo, un individuo que se queda sin capacidad… Sí, ya sé que los investigadores agradecen el esfuerzo de los ciudadanos en La Maratón, pero quieren tener la seguridad de que el Estado se hará cargo de todo lo que sea necesario, y les preocupa que, como ya llegan los recursos privados, el Estado vaya a desviar sus ingresos hacia otros usos. Pero esto nos lleva a una continua presión sobre el gasto, y a una minusvaloración de la sociedad civil, es decir, de los ciudadanos. Me parece que deberíamos «reinventar» la colaboración público-privada.
Mientras no se eleve la vida como lo dice Polo, será imposible curar el cáncer, profesor.
Una sincronía obliga a intervenir, a su modo, a la causa final. El modo de estudiarla debería ser por movimientos “fijos” como los que se describen en el espacio-tiempo, pero no dando las condiciones iniciales, como se hacía -y se hace- hasta ahora; sino “empezando” por el final. Los quánticos ya lo hacen, pero de un modo estacionario, es decir, por invariantes temporales que valen durante todo el movimiento y es una forma de disfrazar las condiciones iniciales, al cabo.
La primera vez que se propuso un modelo de ese tipo fue por R. Bellman (1957), al aplicar las integrales de Fredholm -a la empresa- mediante su Programación Dinámica.
La sincronía es un orden final, de muy baja entropía -que es la vida del viviente- es resultado de algún movimiento intrínseco suyo: como puede ser alimentarse, por ejemplo. La entropía final será menor si hay mayor orden final, y esto es contrario a las leyes de la mecánica clásica. Toda función vital es diferenciable y hacerlo puede ser fácil, pero la integrabilidad puede llegar a ser imposible.
FELIZ NAVIDAD! Profesor Argandoña