Otra vez por qué no nos ponemos de acuerdo

De «por qué no nos ponemos de acuerdo» traté hace unos días (aquí). Pero el tema me preocupa mucho, porque estamos en una sociedad (o unas sociedades, porque esto pasa en muchos lugares) en la que la gente no se entiende, quizás porque no se escucha. De modo que vuelvo sobre el tema, a riesgo de hacerme pesado.

En aquella entrada señalé que tendemos a agrupar a las personas de acuerdo con un estereotipo que nos formamos sobre ellos. Eso es lógico: conocemos a mucha gente, y no tenemos tiempo, ni medios, ni ganas de conocerles con detalle. De modo que les ponemos una etiqueta: españolista, conservador, de izquierdas, cristiano… y nos ahorramos todo lo demás. Solo profundizamos en dos tipos de personas: aquellas con las que tenemos que convivir, y aquellas con las que estamos de acuerdo. Con las primeras profundizamos en aquellas cosas que nos interesan de ellas y dejamos las demás. Con las segundas nos encontramos cómodos.

¿Por qué nos encontramos cómodos con estos últimos? Probablemente, porque las fricciones son mínimas: podemos hablar de muchas cosas, compartir gustos y aficiones, socializarnos… sin que la máquina chirríe. Como dicen algunos sociólogos, somos de la misma tribu. A menudo, la tribu se limita a unas cuantas cosas: somos hinchas del mismo club, compartimos un ideario político, nos gustan las mismas películas… Mientras hablemos solo de esas cosas, la relación funcionará bien. El peligro de las tribus es que pronto aparece el «ellos» contra «nosotros»: ser de la misma tribu implica mirar a los demás como extraños, y quizás como enemigos. La tribu lleva a agrupar la gente por lealtades: a una idea, un interés, un líder…

Es curioso que esto ocurra en una época en la que hemos prescindido de la verdad: no existe, no puede ser conocida, tú tienes tu verdad y yo tengo la mía… El relativismo no nos ha traído el acuerdo, sino la confrontación, quizás porque, si no existe la verdad, no tiene objeto hablar sobre eso, porque, a lo más, llegaremos a una situación de choque frontal o, lo que puede ser peor, quizás tú me convenzas de tu verdad… y entonces me complicas la vida.

¿Hay antídotos contra esa enfermedad? Al final, lo único que se me ocurre es tomarse en serio a las personas. Ese que piensa distinto, que es «de los otros», es una persona, tiene una historia, tiene sus ilusiones y sus temores, es «otro yo». ¿Qué tengo en común con él? Quizás vale la pena que le conozca… aunque a lo mejor me complica la vida, si resulta que acabo entendiendo por qué piensa de otra manera… Esto no resulta fácil de aplicar en grandes cantidades, pero sí de uno en uno, o de unos pocos en unos pocos. Abrámonos. Hagamos amigos o, si no llegamos a eso, ampliamos nuestra lista de conocidos. Preguntémonos por qué piensan distinto; preguntémoles por qué piensan distinto… Visitemos a «los otros». ¿Vale? ¿O me estoy volviendo utópico?

 

 

4 thoughts on “Otra vez por qué no nos ponemos de acuerdo

  1. Estimado Antonio, coincido y la causa prescindir de la verdad.

    Mi verdad, es una forma de proceder que por desgracia se extiende cada vez más en nuestra sociedad, nos hemos empeñado en construir nuestra verdad, la verdad que nos gusta, que nos interesa, que nos acomoda, que justificamos y adornamos con una buena prosa e interesantes cintas vengan o no a cuento.
    Dado que nuestra verdad es limitada, en muchas ocasiones egoísta y por lo general carente de virtudes como la compasión, la humildad y la indignación, no nos ayuda a generar el entendimiento y a priorizar lo importante para dar respuesta urgente a los problemas que afronta nuestra sociedad y el planeta en el que vivimos.
    La verdad que creamos “mi verdad” y deseamos imponer a los demás impide el entendimiento y las buenas relaciones en el ámbito familiar, laboral, político, deportivo…, no podemos crear la verdad por nuestras limitaciones y carencias, pero si podemos buscar la verdad, en nuestra existencia, en el porqué de las cosas, en la belleza de la naturaleza, en la creación de los artistas, en lo desconocido y en la bondad de las personas que dan su vida por los demás.
    La verdad no es una ciencia, ni una fórmula o modelo matemático, tampoco es una religión o una filosofía, o algo que podemos obtener a través de nuestros conocimientos, la verdad que nos hace libres es mucho más y vale la pena buscarla, aunque sea cargando con la cruz, que nos abre caminos, que nos aproxima a los demás, que nos da la esperanza para seguir avanzado y el entusiasmo para hacer un mundo mejor.

    Saludos,

  2. Puede que la respuesta esté en educar desde la inteligencia emocional. Si todos adoptamos una actitud empática, con firme voluntad de ponerse en la piel del otro, avanzaremos en la convivencia y en el consenso.

  3. Y aquí entran los psicólogos con su disonancia cognitiva.
    Consciente o inconscientemente cada uno de nosotros se amolda a un formato mental de ideas y creencias en que nos sentimos cómodos. Ya dejamos de analizarlas y no queremos hacerlo. ¿Cómo vamos a perder esta comodidad/seguridad si no nos damos cuenta que estamos metidos en una trampa mental? ¿Cómo vamos a entendernos con otros que tienen construido su propio e inamovible formato mental y que tampoco van a intentar cambiar?
    Los conflictos están servidos si no somos conscientes de esta autotrampa que nos domina.
    Saludos.

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