Confianza en los seres humanos

Leía hace unos días la historia del comienzo de la «revolución capitalista» (mejor sería decir la «revolución de la economía de mercado») en China. En los últimos años 1970 un grupo de campesinos en la aldesa de Xiaogang, en la remota provincia de Anhui, tuvieron que hacer frente a la catastrófica carencia de alimentos. Y decidieron hacer un experimento en sus granjas colectivas. Desafiando la ortodoxia del partido comunista, hicieron un contrato mutuo por el que cada familia trabajaría en su granja y todos compartirían los resultados. La producción aumentó. Los funcionarios públicos prefirieron la prosperidad a las directrices del partido y miraron para otro lado,. La idea se extendió y, cuando se dieron cuenta de que eso funcionaba, se rindieron a la evidencia. Las reformas del Presidente Deng Xiaoping a principios de la década de los 1980s fue un reconocimiento de esa evidencia.

Esto nos invita a tener confianza en los seres humanos. Depravados, malvados, egoístas, mentirosos… (añada el lector los calificativos que prefiera), pero somos capaces de aprender y hacer cosas diferentes, cuando esto nos beneficia a todos.

Esto es importante, por ejemplo, cuando algo no funciona. Cuando las tasas de paro son asombrosamente altas en un país como España, podemos estar muy seguros de que algo no funciona. Y cuando las pensiones públicas anuncian déficit crecientes por décadas, algo no funciona. O cuando los resultados académicos en las escuelas son sistemáticamente peores que en los países vecinos, es que algo no funciona.

Y entonces caben dos soluciones: una volver a los que mandan y pedirles que cambien lo que están haciendo. Probablemente, solo se les ocurrirán reformas menores. Cuando se trata de cambiar una realidad social, es importante conocer los intereses creados que pueden interferir con un cambio: a quién vamos a pisar un callo, que puede poner palos en la rueda del progreso. Eso es importante para todo: la historia muestra cómo, si esto no se tiene en cuenta, las mejores ideas fracasan.

La otra solución es prestar oído a los afectados, dejarles que tomen iniciativas… Me contaron que, hace siglos, cuando los de un pueblo querían trazar el camino al pueblo vecino, soltaban un burro y seguían sus pasos. Bueno, me parece que, cuando la solución no depende mucho del instinto, más que soltar el burro hay que soltar a los ciudadanos, para que piensen, propongan, actúen, corrijan sus errores, vuelvan a intentarlo… Y, al final, todos saldremos ganando. ¡Oh, el poder de la iniciativa y la acción de los seres humanos!

 

3 thoughts on “Confianza en los seres humanos

  1. Soluciones hay, pero el problema es que son insignificantes o anecdóticos los ejemplos con el del poblado Chino, ya que lo que ahora se denomina economia colaborativa, no deja de ser un gran negocio para unos pocos, que si bien es cierto beneficia a los usuarios en cuanto a tener más oferta o más oferta más económica, el caso es que el beneficio general que se obtiene por un lado, se va en cuanto a las condiciones laborales de los que al final son los que realizan el trabajo, los empleados.
    Sería interesante más ejemplos colaborativos como los que plantea, pero que surjan de grandes corporaciones o ejemplos sin ánimo de lucro y si por el bien de la sociedad, y aplicado tanto a la economía como al cambio climático, que son dos de los ámbitos en los que más se necesita éste tipo de colaboraciones entre la sociedad.

  2. ¿Se podría considerar el suceso del poblado de una cambio de régimen (En este caso el comunista) hacia un «protocapitalismo» o capitalismo preacordado mediante trueque, sin dinero? Muy interesante entrada, siempre aprendo algo nuevo con Ud. Muchas gracias.

  3. Gracias Antonio porque hace poco descubrí leyendo a Polo (como siempre) algo muy nuevo y muy antiguo: «Depender parece implicar pasividad pura. Sin embargo eso es imposible, porque una pasividad pura no sería extra nihilum; todo lo contrario, esa radical dependencia es el acto, el ser de la criatura. Precisamente porque depende, y la dependencia se entiende sin colapsar la diferencia, la criatura es acto. Por eso, la noción de acto, descubierta por Aristóteles, se intensifica si se cae en la cuenta de que si la criatura fuera pasiva no se distinguiría suficientemente de Dios; para que la diferencia sea una diferencia radical, es menester que la criatura sea acto; Dios crea actos. Por decirlo de alguna manera, el acto creador de Dios es Dios mismo; no se puede hacer distinción al respecto. Pero con lo creado sí, porque Dios, que es acto puro, crea actos, y la diferencia radical es la diferencia de actos». Es de Persona y Libertad, un artículo que está en sus Obras Completas. Destaca la acción personal como algo radical que no se lograba entender con tanta claridad antes de su método

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