Acabo con esta tercera entrada sobre «Un nuevo propósito para las empresas» con la reproducción de un artículo que publiqué en Aceprensa (aquí) con ideas acerca de la decisión de la Business Roundtable norteamericana de reformular el propósito de sus empresas, de la maximización del beneficio a la atención de las necesidades de varios stakeholders.
La Declaración de la Roundtable no es una revolución, pero puede llegar a serlo. Muchos comentaristas, al leerla, dijeron que no se la creían; que era una forma de adaptarse al entorno político norteamericano, de cara a las próximas elecciones; que se trata de un ejercicio de relaciones públicas; que habrá que esperar a ver cómo se comportan las empresas… Quizás tengan razón, pero también pueden equivocarse. Aristóteles decía que la ley, que obliga a todos a comportarse de una manera determinada, puede conseguir que cambien las conductas humanas. La Declaración puede tener el mismo efecto, si las empresas de la Roundtable empiezan a comportarse como dice su Declaración, porque no les queda otro remedio…, y con ello van adquiriendo una cultura que tenga en cuenta las necesidades de los clientes, empleados, accionistas, proveedores y comunidad local. Cultura significa “aquí las cosas se hacen así”, de modo que se desarrolla el hábito, origen de la virtud. Y las personas van aprendiendo a hacer las cosas bien, que era como Aristóteles explicaba que se desarrollan las virtudes, a partir del ejemplo de los que ya son virtuosos. O sea, las empresas pueden convertirse en transformadoras morales de la sociedad: ¿será esta la revolución que nos trae la Declaración.
Ya he dicho que la propuesta de la Roundtable no es nueva. Llevamos ya muchos años hablando de Responsabilidad Social de las Empresas, que es lo que acaban de descubrir los directivos norteamericanos. Al otro lado del Atlántico es frecuente considerar que esa Responsabilidad Social es devolver a la sociedad parte de lo que se ha recibido, en forma de filantropía o acción social. Pero se quedan cortos, y me parece que ahora pueden descubrir su verdadero sentido.
Siempre me ha gustado una definición de Responsabilidad Social que dio la Comisión Europea: “la responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad”. “¿Qué impactos son esos?”, quiere saber el director de una empresa. No lo sé, porque yo no dirijo su empresa: es usted quien tiene que reflexionar sobre qué es lo que quiere conseguir, cómo atrae usted a sus accionistas y empleados, para qué colaboran ellos, qué necesidades de qué clientes están satisfaciendo… Y así iremos definiendo el propósito de la empresa, que nos permitirá identificar los impactos que vamos a tener entre nosotros y con los de fuera. Porque esos impactos definen nuestra responsabilidad, la de la empresa, pero también la de los propietarios, los directivos, los empleados… todos. Porque somos una comunidad de personas que tienen un propósito común. El día en que nos enteremos de eso, la revolución estará en marcha.
La Declaración de la Business Roundtable puede quedarse en la respuesta de las empresas a unas demandas de la sociedad, que pide soluciones para problemas que, a veces, han creado las mismas empresas, y otras veces no, pero que se exige a las empresas que los arreglen porque ellas tienen unos medios que los gobiernos no tienen. Puede conducir al mimetismo, a copiar lo que hacen otros, porque eso es “lo que se lleva”. Puede quedarse en palabras bonitas. Pero puede convertirse en una revolución. Ojalá lo sea.
Una visión interesante y un artículo (junto a los anteriores que iban en esta línea) que dan para debatir mucho.
Los máximos responsables de las empresas han de reflexionar y pensar hacia dónde quieren ir y tener en cuenta la importancia que pueden tener esas decisiones en un futuro cercano y lejano.
Estimado profesor, los stakeholders son tan personas como los trabajadores de una empresa. Si forman parte del patrimonio, los trabajadores también. Polo decía que se les paga por su responsabilidad, a ambos, a los empleados y a los accionistas. Lo que hay que reponer es el desgaste, la contaminación, etc. Insisto en que el número adecuado es la entropía. No que yo la haya descubierto, sino porque es una magnitud del movimiento, incluida la luz o radiación de fondo del universo. No se mide igual esa radiación (en ergios/seg) como en la economía de las instituciones, por eso mi libro de la constante: ambos: el de la economía y el de la ecología. Saludos y gracias por estas buenas entradas del blog