En la anterior entrada sobre este tema comenté la necesidad de aplicar criterios de ética organizacional o de ética social en situaciones complejas, en las que la ética personal puede no ser suficiente. Y me preguntaba si eso era todo. Mi conclusión es que… no es todo.
La ética de los principios es necesaria en esas situaciones complejas. Pero los principios solos son insuficientes. A menudo, porque hay conflictos entre ellos, y no siempre se encuentra la jerarquía adecuada entre esos principios. Luego, porque vivir a fuerza de principios puede llevar a burocratizar las decisiones. Y a olvidar la situación concreta, es decir, a perder la perspectiva humana.
Cuando Leonardo Polo, a quien he citado otras veces en este blog, habla de la ética, señala que esta tiene tres dimensiones: bienes, normas y virtudes. Bienes: hay que buscar el bien, lo que es bueno para el decisor, para las otras personas, para la organización y para la sociedad. Normas: hay que seguir las normas establecidas. Y virtudes: hay que desarrollar la capacidad personal de tomar decisiones éticas en cualesquiera circunstancias. Una persona virtuosa entiende que debe cumplir los principios, pero también que estos deben tener en cuenta las circunstancias concretas… lo que le llevará, a veces, no cumplir el principio, pero, eso sí, dando cuenta de las razones para ello. El ejemplo, elemental pero relevante, puede ser el del que lleva a un enfermo grave al hospital y se encuentra ante un semáforo en rojo en una calle vacía: lo razonable es saltarse la ley, siempre que con ello no ponga en peligro la vida de otras personas.
Lo que quiero decir es que la ética organizaciones y la ética social serán, habitualmente, éticas de normas y principios. Pero no bastan. Hacen falta personas moralmente responsables, que sepan qué principios deben cumplir, cuál es, en cada caso, la jerarquía de esos principios, cuándo se pueden saltar esos principios, por qué y cómo actuar en ese caso… El dicho de que la democracia es suficiente para una sociedad de personas inmorales no se cumple: decisores inmorales acabarán saltándose las normas éticas cuando esto les beneficie. Es verdad que es mejor dejar libertad de expresión que tratar de imponer la verdad. Pero también lo es que los manipuladores y los tiranos tratan de imponer «su» verdad, incluso falseando lo que es «libertad de expresión».
Moraleja: no es bueno reducir la toma de decisiones a la ética personal. Pero tampoco es bueno reducir la ética a un listado de principios y normas sociales. Porque la gente aprende -y aquí aparece la ética de las virtudes. Y, al aprender, cambian sus conductas, quizás hasta el punto de dejar sin contenido a los principios.
Vale la aclaración, profesor. Como también dice Polo: “En el hombre, pues, hay dos niveles de posibilidad: primero, la posibilidad de elegir, y segundo, la posibilidad en el orden del poder hacer, de la acción misma […]. A nivel de voluntas ut ratio, la voluntad es dependiente de fines que se le han de presentar como conocidos. A nivel de la ejecución, la voluntad no es ejecutiva, tiene que recurrir a poderes […]. Cuando se crea algo, la razón por la que se crea no es comunicada enteramente a la naturaleza, sino como principio de ordenación de la tendencia al fin. Lo creado queda como naturaleza tendente y por eso puede hablarse de voluntas ut natura. Esto es una teorización ontológica que da razón de lo que sucede. No hay otro modo de explicar el tender; esto es preferible a la tesis opuesta de que la naturaleza creada ya posee su fin. Si poseyera su fin no podría procurárselo”. Es totalmente contrario a lo que se piensa hoy de las Instituciones… bueno, de casi todas