«¡Qué tonterías dices, Antonio! ¿A quién se le ha ocurrido esa pregunta?» Al Financial Times, en una reciente entrada en el periódico online. Bueno, lo que uno haga o deje de hacer cuando fallece un compañero de trabajo dependerá de las sensibilidades de cada uno: llorar, estar serio o poner cara de no pasa nada es cuestión de conducta externa. Lo que importa es lo que va por dentro.
Y por dentro pueden ir muchas cosas. Una, que es la que, probablemente, motivó el artículo del periódico inglés, es una frase que reproduce: «Recuerda: esas personas no son tus amigos. Parecen tus amigos, suenan como tus amigos. Pero no son tus amigos». Y esto está motivado por la tesis de que el lugar de trabajo es un sitio desagradable, lleno de traiciones y puñaladas por la espalda, donde no te puedes fiar de nadie.
Si esto es así, sospecho que la cultura de la empresa tiene mucho que ver. La idea de que todos los puestos de trabajo compiten por los bonuses y los reconocimientos, que lo importante es el éxito personal y que los demás no cuentan, es la que lleva a esa visión terrorífica del trabajo. Que, lamentablemente, se produce con mucha frecuencia.
Pero el artículo era más positivo, y contaba casos de gente que lloraba a moco tendido, como decimos en castellano, cuando fallecía un colega. Y es lógico. En el trabajo colaboramos con otros. Damos mucho, mucho más de lo que pide nuestro contrato de trabajo: de entrada, en ningún contrato dice que debemos saludar a nuestros compañeros y preguntarles si están bien, cuando llegamos por la mañana. Y recibimos también mucho. Y de ahí surge primero el trato educado, luego el trato próximo, luego la confianza, y el compartir alegrías y penas, y buscar puntos compartidos… hasta que surge, si no una verdadera amistad, sí, al menos, compañerismo.
En resumen, me parece alarmante que se pueda aplicar al lugar de trabajo lo que contestó un político árabe cuando, en una entrevista, la preguntaron si consideraría que los judíos eran sus hermanos o sus amigos, y respondió: mis hermanos, porque mis amigos los elijo yo. Lo que quiere decir que sus hermanos no le preocupaban, sus amigos sí.
Juan Antonio Pérez López (JAPL), nuestro mutuo amigo y profesor del IESE en Teoría de la Organización, escribió un libro (con miras a ser soporte del segundo: el de Dirección) en que nos mostró los 4 niveles de sentimiento: emociones, sensaciones, sentimientos (propiamente dichos) y afectos. Todo se resume en estos últimos: los afectos. Son los sentimientos congruentes, entre dos personas. Vale la pena darle una revisada. Es el capítulo 13. Yo mismo voy a releerlo ahora mismo. Gracias profesor