Feliz Navidad… y otras ideas

La excusa para esta entrada es patente, dadas las fechas: mi propósito de desear a todos mis lectores una muy feliz Navidad. Cada año, cuando llegan estas fechas, todos nos volcamos a desear felicidad para los demás, empezando por nuestra familia, siguiendo por los amigos y compañeros, y acabando con los vecinos, conocidos, clientes, proveedores… ¿Es una pérdida de tiempo?

Obviamente, no lo es. No sé cuán sinceros son nuestros buenos deseos, pero es muy bueno que los manifestemos, y más aún que los tengamos. He mencionado muchas veces que los seres humanos aprendemos de nuestras propias acciones y de las demás, y también la idea de Aristóteles de que la ley, que empieza forzando a la gente a comportarse bien, acaba creando al hábito -la virtud- de comportarse bien. O sea: no dejemos de desear felicidad para otros.

Pero mejor aún que tratemos de hacer felices a los demás. No recuerdo si he comentado antes una película, ya no actual, que se llamaba en inglés «El día de la marmota» y en castellano «Atrapado en el tiempo». Un hombre que se encuentra repitiendo cada día las mismas cosas, porque está, efectivamente, atrapado en el tiempo. Al principio se desespera, y trata de suicidarse, pero cada mañana vuelve a resucitar. Luego se enamora de una colega, y empieza a hacer cosas que le gustan a ella. Aprende, por ejemplo, a tocar el piano: tiene infinitos días para llegar a ser un pianista aceptable… Y el día en que logra el «sí» de la chica, se acaba la pesadilla.

Recomiendo a mis lectores que hagan también sus buenos propósitos para estos días. Y que los mantengan con perseverancia. Al final, y no hacen falta infinitos días para eso, acabará siendo una mejor persona. Y la Navidad de 2019 habrá sido provechosa, más allá de las celebraciones y los regalos.

Gracias a todos por leerme y, a menudo, comentar mis entradas. No tengo tiempo para dialogar con todos, pero las leo y aprendo mucho. Feliz Navidad y un año nuevo lleno de alegrías. Celebramos estos días el recuerdo de que Dios vino a la tierra a hacernos felices: no a aumentar el PIB, ni a reducir la contaminación, ni a evitar el calentamiento global, sino a enseñarnos «otra» manera de enfocar nuestra vida, con el convencimiento de que todo no se acaba aquí abajo. Al final, ese Niño vino a decirnos que nos espera para toda la eternidad. Allí nos veremos, si Él nos ayuda y si aprovechamos todas las oportunidades, como las que se nos abren en esta Navidad.