«A pesar de las imágenes de la cultura pop sobre el declive del matrimonio y que no vale la pena el esfuerzo, la historia de la muerte del matrimonio en América ha sido enormemente exagerada», es el subtítulo de un artículo de W. Bradford Wilcox del American Enterprise Institute (aquí). Si es verdad eso de que lo que pasa en Estados Unidos pasará aquí dentro de unos años, esta es una buena noticia.
Las noticias sobre el fallecimiento del matrimonio son, efectivamente, abundantes. Basta consultar la prensa, ver la TV o seguir muchas de las webs sociales. Pero el artículo hace notar que hay signos alentadores en las estadísticas recientes. Uno es el declive de los divorcios que, según Bradford Wilcox, alcanzaron su máximo alrededor de 1980 y están ahora al nivel de 1970, 15 por cada 1.000 matrimonios. «El matrimonio moderno, dice, no trata principalmente del dinero, del sexo o del estatus. Trata de hijos. Las parejas casadas parece que hoy invierten más en permanecer juntos, a diferencia de los boomers, que estaban obsesionados en los años 70 con su propia realización».
Otro argumento que el artículo da es la caída en los nacimientos de hijos de madres que no viven en pareja. Y el tercero es que, aunque el número de niños que viven con un solo progenitor, «menos divorcios y menos hijos nacidos fuera del lecho matrimonial significa más familias estables, casadas». El autor añade: «Los niños criados por padres casados disfrutan de muchos beneficios que duran toda la vida, respecto de los nacidos en otras formas de familia, incluyendo más estabilidad financiera, más seguridad física, más implicación de los padres y mejores resultados educacionales, sociales y psicológicos«. Y añade: «los que han tenido el privilegio de nacer de padres casados es menos probable que presencien el divorcio de sus padres, ahorrando a más niños el dolor que a menudo sigue al final del matrimonio de sus padres».
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