El mundo de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) o Corporativa (RSC) en los medios sociales y de comunicación se puede clasificar, de manera poco precisa, en dos bloques. Uno es el «mecachis qué guapo soy», protagonizado por muchas empresas y coreado por no pocos medios, que cantan las excelencias de sus prácticas de RSE: rankings, premios, declaraciones, noticias (hemos gastado tanto en cuidado del clima, esponsorizamos tales o cuales actividades de RSC…)… No niego que no haya muchas acciones efectivas, pero… me suena a ejercicio de relaciones públicas, de prestigio, de reputación… Aquí incluiría a esos que hacen declaraciones por el estilo de «las empresas, o son sostenibles o no podrán sobrevivir». Vale: ¿me lo cuentas dentro de cincuenta años?
El otro bloque es el de los que no se creen todo eso. Es la crítica, a menudo mal planteada, por lo que consideran malas prácticas arraigadas y muy extendidas, fundadas en el sistema más que en las empresas. Y entre unos y otros hay una amplia gama de posiciones intermedias, que reconocen algunos avances pero mantienen una duda más o menos sistemática sobre los resultados y las estrategias.
Por eso, procuro leer a los que hacen críticas y proponen planes de acción para hacer que las cosas mejoren. Me gustó una entrada de Ramón Jáuregui, hace ya unos meses, en Diario Responsable (aquí), cuya seriedad en estos temas aplaudo. Fundamentalmente, Jáuregui ofrece cuatro razones para su «balance crítico»: la RSE no ha entrado en la estrategia de las empresas, las calificaciones de los ciudadanos a través de las inversiones no han tenido el impacto que debían tener, la percepción social de los ciudadanos no tiene impacto en las empresas porque es confusa, y el discurso político y las políticas públicas no han tenido el impacto que debían tener.
Me parecen bien esos comentarios. Pero cuando me siento en el despacho del CEO y leo esas críticas, las veo todas como ajenas a mi posición (salvo la primera, la de la estrategia). En definitiva, el argumento es: la sociedad no tiene una opinión coherente sobre la RS de las empresas y, la que tiene, aunque sea parcial y limitada, no tiene capacidad para cambiar las políticas de las empresas. O sea, la RSE es algo de fuera, como la lluvia que cae sobre mí cuando corro por la calle sin paraguas: me moja, pero yo no tengo nada que ver con ella. Note el lector la diferencia cuando me pongo bajo la ducha, abro el grifo y me pregunto: ¿qué estoy haciendo… yo, no «otros»?
Para mí, la RSE es otra cosa. Es el CEO que se mira al espejo y se pregunta: ¿estoy cumpliendo con mi deber? Son los miembros del Consejo que se preguntan: ¿estamos haciendo lo que la sociedad espera de nosotros? ¿Qué empresa somos, qué estamos haciendo…? En definitiva: ¿soy un buen CEO? Ya he contado otras veces que la RSC es una condición para ser un excelente directivo y una excelente empresa.
Mucha informacion que hay que sentarse a pensar con la cabeza fria, ambos gruppos de empresas deberian complementarse no pelear entre si
Muy interesante la clasificación en los dos grupos de empresas. ¿Y en medio?
Aunque no me gusta el automktg profesor, insistiré en el concepto de entropía que esbozo en el nº 67 del IEFLP y detallo en La Constante Universal de la Entropía (fund, Ratzinger) porque es cuantitativo (a pesar de su origen cognoscitivo-cualitativo-orden-desorden). Si se mide como propongo que es en base a dos (o más) puntos de las cadenas ecológicas, se puede medir y cuantificar «qué tan bien lo estoy haciendo». Yo sugiero visualizar las cadenas como ADN socio-responsables, pero puede adaptarse a cualquier otro tipo de desorden