Leer para dejar de ser pobre

Hace ya unos años que me escandalicé escuchando una versión moderna de «Pedro y el lobo», una pieza musical que Serguéi Prokófiev escribió para niños. Pedro sale a pasear, se encuentra con un lobo y este acaba comiéndoselo, pero vienen unos cazadores, matan al lobo y salvan a Pedro. Es una clase de música: cada protagonista tiene su instrumento y su música, de modo que el cuento pasa de la palabra a la melodía y vuelta. Lo que me escandalizó fue que, como eso de matar animales debe ser algo muy malo, el cuento fue reescrito para que los cazadores (que no cazan nada) disparasen un dardo que deja dormido al lobo, lo abren, sacan a Pedro y vuelven a cerrar al lobo. ¡Qué manera tan bonita de enseñar a los niños a cuidar de la naturaleza! Lo que dijo Prokofiev, y el lobo que se come al niño, es decir, la verdad, no es relevante. 

Me acordé de esta historia hace unos días, leyendo una entrevista que Expansión hacía a Gregorio Luri, pedagogo y doctor en Filosofía, con ocasión de la publicación de su libro «Sobre el arte de leer. 10 tesis sobre la educación y la lectura» (Plataforma). La tesis de Luri es que «aprender a leer es el trabajo de toda una vida«. Hacia los ocho o nueve años experimentamos una revolución en nuestra vida: pasamos de aprender a leer a aprender leyendo.

Y esto enlaza con un tema importante: el de la pobreza. Los problemas escolares tienen mucho que ver con la riqueza del vocabulario: leer enriquece el vocabulario, facilita entender lo que se lee y, por tanto, aumenta los conocimientos. El que no lee, no tiene vocabulario, no entiende lo que lee (o le cuesta mucho), se desmotiva y deja de aprender. «De promedio, los hijos de las familias que tienen más de 500 libros en casa van un curso adelantados respecto de los que tienen menos de diez libros».

De ahí sacamos algunas moralejas. Una: la riqueza intelectual es más relevante que la material: no mejoramos las posibilidades de los niños dando más dinero a sus padres para que compren cosas, sino poniendo en su mano libros que les atraigan para que lean. «Los niños acostumbran a leer bastante hasta los 11 años. Muchos dejan de hacerlo a partir de entonces».

Otra moraleja: bajar el nivel exigido en las escuelas es una trampa: al niño «rico» ya le va bien aprender más despacio; para el «pobre», es un flaco servicio, que acaba en la desmotivación ya mencionada.

Y otra, que justifica lo de Pedro y el lobo que he contado al principio: la literatura infantil y juvenil se ha hecho «buenista»: «tienen más prisa por cambiar el mundo que por comprenderlo»: las buenas intenciones acaban interfiriendo en el proceso de aprendizaje de los niños. Y, con ello, en su futuro: sus estudios, sus oportunidades de trabajo, su formación de una familia, lo que aprenderán sus hijos… por mucho que redistribuyamos la riqueza en su favor.

3 thoughts on “Leer para dejar de ser pobre

  1. Estimado Antonio, importante como dice la lectura como base para el conocimiento y la cultura, pero pienso que lo importante es enseñar a pensar, es un efuerzo pero merece la pena. Creo que solo con nuestro pensamiento propio adquirimos la libertad necesaria. Saludos cordiales,

  2. Recuerdo a Polo comentando cómo una costurera (mi tocaya, Francisca Javiera del Valle) resolvía ecuaciones y sincronías perfectas sin saberlo. Lo hacía a través de sus costuras en las que ponía una perfección mayor incluso a las que podría lograrse si se pudieran plantear dichas ecuaciones en una mente o programarse en un robot. Y lo lograba porque profundizaba día a día en cómo crecer más como persona

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