La conciliación trabajo-familia es un tema importante para las empresas. Parece que no les afecta, porque se trata de lo que hacen sus empleados fuera de horas de trabajo. Pero es importante, claro, ya que afecta a la salud, el estrés y las dificultades de sus trabajadores, especialmente de las mujeres. Todo empieza por la progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral y los problemas que plantea, sobre todo en el hogar, porque los criterios sobre faltas al trabajo, puntualidad, etc. remiten a la legislación laboral, sobre todo. Pero son un problema importante para la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE).
Y ese problema ha cambiado radicalmente en este tiempo de pandemia. Antes era: los niños, en la escuela; los padres, trabajando en la empresa; la familia, reunida en el hogar al acabar todo lo anterior. La conciliación hacía referencia a franjas marginales (del desayuno de los niños hasta llevarlos al colegio, desde el final del horario escolar hasta el regreso de uno de los padres al hogar) y algunos conflictos (llevar al niño al médico o quedarse en casa para cuidarlo si es pequeño o está enfermo).
Con el confinamiento, todo esto ocurre en el hogar, que es también escuela y centro de trabajo. Todos los oficios y deberes se mezclan. ¡Sálvese quien pueda! Pero, como leí en algún blog, «esto no es conciliación».
El desconfinamiento lleva a ratos de teletrabajo en casa y de trabajo presencial en la empresa. La escuela sigue siendo online.
Pero en algún momento la escuela se abrirá, con limitaciones de espacio, distancias, recorridos y número de niños por actividad, aunque la mayoría de las escuelas no tienen medios para resolver esto. Habrá trabajo en la empresa y en casa, estudio en la empresa y en casa, con horarios que no tienen por qué ser compatibles, porque los días en que el niño tiene que quedarse en casa pueden coincidir con los de trabajo presencial de los padres en la empresa.
Bueno, todo lo anterior no es sino un esbozo de los problemas que se plantean. El futuro exigirá, probablemente, más medios en las escuelas (medidas sanitarias, espacio, turnos, horarios más largos…) y más enseñanza a distancia; en el hogar; teletrabajo y trabajo presencial con distintos horarios y duraciones (y otros espacios y condiciones sanitarias en la empresa), y una variedad de tiempos en casa para hijos y padres…
Está claro que cuadrar todo esto no resultará fácil. El tema me interesa porque las empresas socialmente responsables tendrán que plantearse de otra forma la conciliación trabajo-familia, si es posible. Tendremos varios procesos en marcha. Uno, por sectores o por tamaño de empresas, que ofrecerán una gama de condiciones de trabajo y horarios; los empleados que no encajen en una empresa tendrán que buscar otra, con otras condiciones -aquí hay lugar para intermediarios que faciliten esa acomodación de circunstancias. Esto valdrá también para las escuelas, que tendrán que ofrecer distintos «paquetes» de enseñanza presencial y online, con horarios amplios -y de nuevo con papeles especiales para otros intermediarios, centros que acojan a niños «perdidos» entre los horarios de los padres y los de las escuelas, o centros que faciliten la enseñanza online, etc. Las empresas tendrán que tratar con sus empleados de sus condiciones personales, más allá de lo que diga el convenio colectivo, y tendrán que gestionar con los intermediarios mencionados los medios para que se consiga ese mínimo de conciliación que es necesario para que la sociedad funcione.
Al final, una empresa socialmente responsable cuidará de conocer las necesidades de sus empleados, proporcionarles horarios o dedicaciones adecuadas, los servicios de los intermediarios mencionados antes y, probablemente, mucho diálogo con escuelas, administraciones públicas, sindicatos, comunidad local, etc. ¡El paraíso de la RSE!