Trabajando sobre la empresa como comunidad de personas, he vuelto a los tres modelos de empresa que mi maestro, Juan Antonio Pérez López, explicó en su obra «Fundamentos de la dirección de empresas» (Madrid: Rialp, 1993).
El primer modelo es el que él llama mecanicista. A los empleados solo les interesa lo que la empresa puede darles, la remuneración; a los propietarios solo les interesa el beneficio. La empresa es, por tanto, un mecanismo para colocar bienes y servicios a los clientes para, con su dinero, pagar a los factores productivos, que es lo que estos quieren. La eficacia es la norma, y se concreta en la maximización del beneficio. ¿Por qué es mecánico? Supongamos que aumenta la demanda: lo que hay que conseguir es que los trabajadores trabajen más horas y aumenten su productividad, lo que se consigue con dinero. Problema: el modelo es estático, la gente no aprende; si un trabajador está descontento solo tengo dos opciones: pagarle más o despedirle. La empresa no es una comunidad de personas.
El segundo es el psicosociológico. La gente no solo busca dinero, quiere trabajar donde le gusta. Hay que darles satisfacción y que aprendan conocimientos y capacidades, que se marchen a casa contentos e incluso aumenten su productividad. Inconveniente: estar más contento en la empresa puede ser contraproducente: a la gente le gusta hacer lo que le da la gana, pero esto suele ser enemigo de la disciplina y la eficacia. La empresa es una comunidad de personas, pero entendida como una manera de manipular a los empleados para que rindan más.
El último es el modelo antropológico. Las personas se mueven por tres tipos de motivos: extrínsecos (remuneración, reconocimiento), que da la empresa; intrínsecos (satisfacción, aprendizajes operativos), que se da a sí mismo el empleado, y trascendentes o prosociales, que se buscan en los demás (satisfacción de los clientes, ayuda a los compañeros) y que repercuten en uno mismo (porque ha aprendido a tener en cuenta las necesidades de los demás en sus decisiones). Estos últimos son los que crean la unidad de la empresa, cuando el empleado, lo mismo que el directivo y el propietario, se mueve pensando en cómo hacer propios los intereses de la empresa, de los clientes, de los compañeros y subordinados y de la sociedad.
La empresa como comunidad de personas no quiere decir dar palmaditas y sonrisas. Puede ser enormemente exigente, cuando procura que todos actúen pensando en el bien común de la empresa y de las personas. Pero, a la larga, es enormemente eficaz.
Me parece estupendo lo que escribes sobre el segundo, para mí el psicosociológico es importante, es más hace años tuve una pequeña empresa y todos erramos amigos el ambiente era genial pero algo que nos jugaba en contra era justamente que aveces tanta chispa y alegría hacia que perdamos la concentración y disciplina, también como líder al ponerte en su altura como amigo pierdes cierta autoridad, bueno creo que aún tengo por aprender, me sirve bastante tu post, gracias Antonio.
Pienso que el último modelo es el más acertado. Una empresa en donde todos sus miembros trabajen para el bien de la empresa, el resultado será una empresa exitosa, que será igual a tener miembros exitosos. Cuando los miembros de una empresa se dan cuenta de esto y lo aplican, el éxito perdurara en el tiempo. También creo que toda empresa exitosa debe dirigir políticas enfocadas a cuidar el medio ambiente , así como a la comunidad cercana donde ésta se encuentre. Gran articulo.
Yo me muevo por el modelo antropológico. Si algún día monto una empresa, quiero reconocer abiertamente el aporte que hagan los empleados a la misma. Creo que es una gran forma de motivarles e incentivarles para que den lo mejor de sí mismos, además de que estén felices, porque al fin y al cabo son personas y si las vamos a tener cerca y vamos a trabajar con ellas, tienen que importarnos. Es mi modo de verlo.
La coincidencia entre Juan Antonio y Polo es increíble, profesor. Polo, refiriéndose al tema dice: «… justamente lo diferencial del hombre; esa diferencia humana se establece en tres niveles. El nivel inferior es el nivel corpóreo-práctico; el nivel intermedio es lo que se suele llamar operación inmanente. La noción de inmanencia señala la intensidad de la posesión res-pecto de la corpóreo-práctica (que no es inmanente). Por último, está la capacidad de la naturaleza humana de tener intrínsecamente una perfección: la virtud. La virtud es lo tenido intrínsecamente por la naturaleza humana. Ahora podemos dar un poco más. En la medida en que un nivel es más perfecto que otro, existe una relación de subordinación tal que el inferior tiene carácter de medio respecto del superior, y el superior es fin respecto del inferior. Por tanto, lo mismo da decir que el hombre es el ser capaz de tener, y añadir en seguida que esa capacidad de tener es más o menos intensa, que obtener la siguiente conclusión de la definición: el hombre es el ser en el cual se da la relación medio-fin. En tanto que la capacidad de tener se ejerce en un nivel inferior, se ordena a un fin. Esta ordenación es lo constitutivo de lo que se llama medio. El hombre descubre medios porque tiene fines. Insisto. Siempre que haya intensificación en la manera de tener, la manera inferior queda subordinada como instrumento. Por eso el hombre establece la relación medio-fin, y ello también define al hombre», que reafirma lo que más arriba dice!
Saludos y gracias por reafirmarnos a nosotros mismos
Javier, gracias. ¿Dónde dice eso Polo?