El deber de cuidar

«Robo» el título a un breve artículo de Victoria Camps en ethic.es. Trata, claro, del cuidado: de la importancia que tiene que nos cuidemos unos de otros. Porque los seres humanos somos vulnerables, limitados, dependientes, aunque nos creamos maravillosos. ¿Quién no ha llegado un día a casa cansado, deprimido, quizás con algo de fiebre, necesitado de que alguien nos prepare un tazón de leche caliente con un paracetamol y nos meta en la cama?

Claro: el lugar natural del cuidado es el hogar, que es el sitio en que uno puede tomarse el lujo de no tener que aparentar, de poder presentarse con sus limitaciones, sin «dorar la píldora». Pero de ahí pasa a los otros ámbitos en que nos movemos. A la empresa, por ejemplo. Parece que el mundo de los negocios no es el más apropiado para hablar de cuidado. Y, sin embargo, lo es. Porque el de la fiebre ha recibido quizás el consejo de su jefe o de su colega, de que no se haga el valiente y que se marche a descansar. O porque alguien se nos acerca a decirnos que hacemos mala cara, que qué nos pasa, que si puede ayudarnos… O el otro, que está agobiado, agradece un comentario alegre de un colega que le quita una preocupación de encima…

Dicen que la ética del cuidado es ética femenina. Debe ser verdad, porque, como he dicho, el lugar natural para el cuidado es el hogar, donde siempre está la madre dispuesta a cuidarnos. Pero es también el lugar en que todos aprendemos a cuidar: «no hagas ruido, que papá se ha acostado, porque no se encuentra bien». «¿Quieres que le lleve una taza de leche caliente?» Pero esto puede ocurrir también en un entorno como el de la empresa. Porque esta es una comunidad de personas, que se preocupan unos de otros. O sea, que se cuidan. Victoria Camps saca conclusiones de la reciente pandemia, «una lección de la que emanan obligaciones de reciprocidad, de fraternidad, de compasión, de atención y de asistencia al otro«. La ética en la empresa tiene también detalles femeninos, que son otra forma de hablar de detalles morales.