Gracias por vuestros comentarios a «La ética del cuidado», que me mueven a comentar lo que dije con algunas ideas adicionales. Uno es complementar la definición de cuidado o cuidar con la que da la Real Academia de la Lengua sobre Amor: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro”… “Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Y alguna de las acepciones de Caridad: “Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. Ya se ve que coinciden, en buena parte, con el concepto de Cuidado (aunque no me gusta el énfasis en el sentimiento al hablar del Amor, que es también una virtud). Por tanto, la ética del cuidado está muy próxima a la virtud del Amor o de la Caridad. Bueno, es lo mismo, pero con otras palabras, y quizás poniendo más énfasis en los aspectos emocionales, cosa muy frecuente en las teorías éticas modernas.
Escribiendo sobre esto, me acordaba de la parábola del Buen Samaritano que cuenta el Evangelio de San Lucas. Aquel hombre que encuentra en el camino a uno desnudo y malherido, lo cura, lo carga en su caballería, lo lleva al mesón y, al día siguiente, como tiene que seguir viaje, le dice al mesonero: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso.
San Juan Pablo II lo definía así: “Buen samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ese sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva” (Salfici Doloris, 1984, n. 28). Ya se ve que estamos hablando de la ética del cuidado, con dos mil años de distancia.
En la parábola del Buen Samaritano hay otro protagonista: el mesonero, que cuida de aquel hombre como parte de su trabajo profesional, una tarea que él ejecuta llena de cuidado, aplicando una solución profesional al cuidado. Lo que es una llamada a que todos nos comportemos así: por supuesto, en la familia y con los amigos, pero también en el trabajo, en el descanso, en las relaciones sociales, en todo.
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Hola profesor,
El Buen Samaritano, con todo el respeto del mundo, lo tenía relativamente «fácil».
Como tenía los medios económicos y físicos para llevar a cabo
el salvamiento de aquel pobre hombre no dudó un instante en hacerlo.
No tuvo ningún dilema personal ya que su profunda ética individual así le impelía.
Me atrevo a introducir aquí la RSE, el dilema entre la ética colectiva y la ética individual.
¿Qué hubiera hecho el Buen Samaritano si subordinado hubiera formado parte de un grupo que no hubiera querido perder tiempo ni dinero en el cuidado de aquel hombre?
La conocida «La Parábola del Sadhu», que ya hace varias décadas se enseñaba, o se enseña todavía en las escuelas de negocios, ilustra de forma apasionante este dilema ético que vive un grupo de escaladores al Everest. La forma en que respondieron estos escaladores aparece constantemente en las empresas que no están preparadas para
dar solución a estos dilemas éticos básicos.
Saludos.
Como dice Juanfer Sellés en su último libro: 33 virtudes… : «(cuidar) vale para quienes se emplean en la medida de sus posibilidades en alguna tarea; pero siempre queda la duda de qué sucede con aquellos otros que solo se emplean en naderías. Seguramente están perdiendo su valor personal, porque si bien la intimidad o ‘acto de ser’ humano no es la ‘esencia’ del hombre conformada por el disponer inmaterial (inteligencia, voluntad y yo) ni la ‘naturaleza’ corpórea humana, su crecimiento se manifiesta ineludiblemente en esas otras dimensiones humanas; de manera que la falta de obras intelectuales, morales y externas, en definitiva de manifestaciones humanas, denota el decrecimiento personal, la pérdida de sentido íntimo, la despersonalización, el ir dejando de ser paulatinamente el ser que se es y se está llamado a ser»