En una entrada anterior con este mismo título empecé a explicar cómo la maximización del beneficio tiene que ver con la evolución de las teorías de las finanzas en la segunda mitad del siglo XX, y los efectos que esto tuvo sobre la estructura de propiedad y la gestión de las empresas. Continúo con el argumento.
Otro cambio relevante fue el desarrollo de los gestores de activos (asset managers), en quienes los inversores, también los institucionales, subcontratan las decisiones de compra o venta. La competencia entre esos gestores lleva a minimizar las desviaciones entre unos y otros, en un intento no ya de ofrecer mejores resultados que sus competidores, sino, al menos, de que no sean peores, lo que genera conductas de rebaño. A esto se añade la multiplicación de los proxy advisors, que asesoran a los clientes acerca de las decisiones de voto en las juntas generales de accionistas, e incluso votan por ellos.
El resultado de todo lo anterior es la pérdida de relevancia de la condición de accionista, con obvias excepciones, así como la pérdida de interés en observar la marcha de las empresas, estudiar sus planes y, si procede, dialogar con sus gestores acerca de su estrategia y sus decisiones de futuro. La relación regular de los accionistas con las empresas no se compagina con la moderna teoría de la cartera, aunque hay notables excepciones, especialmente en las empresas de private equity. Y tampoco tiene sentido hablar de una responsabilidad de los propietarios por la marcha de la empresa, cuyas acciones compran o venden con otros criterios y de cuya marcha se desentiende.
Pero más importante aún es el cambio que tiene lugar en la concepción de la empresa, que deja de ser un negocio cuya rentabilidad se basa en el servicio a unos clientes, para ser considerada como un conjunto de activos más o menos relacionados con el negocio, con diversas rentabilidades y riesgos, que pueden desgajarse, comprarse o venderse, de acuerdo con las tendencias en el mercado.
Una consecuencia de lo anterior es que, si el objetivo de la dirección es maximizar el valor para el accionista, una parte importante de su tarea será reducir los costes, en particular los de personal: salarios bajos, empleo precario, etc. Cuando la empresa presenta unos resultados trimestrales inferiores a los estimados por los analistas financieros, el precio de sus acciones baja; pero si anuncia inmediatamente un reajuste de plantilla, ese precio sube, premiando a los directivos, que son quizás los responsables de aquellos resultados deficientes. Dirigir es tratar por todos los medios de mejorar la eficiencia de los procesos productivos y reducir los costes, lo que supone establecer rigurosos sistemas de control, estableciendo KPI (indicadores clave de rendimiento: key performance indicators).
Como decía nuestro amigo común Leonardo Polo: «El capital, la empresa, no puede ser objeto de propiedad, porque no es una cosa, sino un proceso…». Muy claro y contundente
Gracias, Javier. ¿Tienes a mano la referencia de Polo en que dice esto?
En Fa y Economía Ah empezar el libro en el capítulo Hacia un Nuevo concepto de Empresa al final del 12. El «gasto» en la empresa. Mejor buscar el 13. El fin del proceso productivo: el beneficio
Yo tengo una versión anterior. Parece que en la última versión está en el IV. Hacia un nuevo concepto de empresa. A la mitad del libro más o menos. pero ahora lo estaba leyendo de nuevo y no deja de impresionarme cómo refuerzo todo lo que yo digo de la economía. Ya comentaré algo otro día