Me formulé la pregunta después de leer una entrada en el blog de John Cochrane «The Grumpy Economist», titulado «Una carta a Yellen» (la Secretaria del Tesoro de los Estados Unidos), comentando unas declaraciones de Janet Yellen sobre los retos del sistema financiero norteamericano. Yellen afirma que, ahora el reto principal es el cambio climático. Y Cochrane se pregunta si el impacto de ese cambio climático puede tener, no en la economía en general, sino en el sistema financiero, puede ser mucho más grave que una crisis de la deuda soberana, un pánico bancario, otra pandemia, una guerra, una revolución, la ruina de los cultivos en una parte del globo, el malestar social o un ciberataque…
Cochrane se pregunta por qué una persona experta y sensata puede poner un tema político por delante de un razonamiento claro sobre los problemas del sistema financiero. Y yo me acordaba de la queja de un amigo mío, con quien hablé hace unos días, sobre cómo los grandes temas políticos habían secuestrado la agenda de las empresas grandes, hasta el punto de dejar de un lado los graves problemas económicos que esas empresas están sufriendo; empresas, me decía, que no pueden pagar su deuda y que están «pegando patadas a la lata», poniendo en primer plano unas políticas de responsabilidad social que olvidan que la primera responsabilidad de una entidad económica es resolver sus problemas de producción, ventas, financiación, estabilidad, plantilla y clientela.
¿Hemos perdido el norte? He citado muchas veces la definición de Responsabilidad social que dio la Comisión Europea hace una década: la responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad. Bien está que nos preocupemos del medioambiente, pero las cosas por su orden. Las empresas están para trabajar como entidades económicas, no para suplantar a los gobiernos como solución de los problemas del mundo -solución que, por cierto, los mismos gobiernos han dejado de lado, aprovechando que las empresas daban un paso al frente…