Hace unos días dediqué una entrada a la responsabilidad social del inversor (aquí). Hoy quiero volver sobre aquel tema, provocado por un interesante artículo de mi colega del IESE Jordi Canals, en Expansión del pasado 16 de junio, titulado «La responsabilidad de los accionistas en el gobierno corporativo».
Recoge varios casos recientes de comportamiento irresponsable de accionistas en varias situaciones, empezando por el uso inadecuado del poder político del gobierno que participa en el capital de algunas empresas, siguiendo con el ejercicio del poder de algunos inversores activistas que presionan a los consejos de administración para cambiar decisiones estratégicas, que dan lugar a una salida del capital de esos inversores con plusvalías excesivas y perjuicio para el rendimiento de la sociedad en el largo plazo. Y menciona también a los fondos de private equity y venture capital que, además de facilitar capital e ideas a los nuevos negocios, pueden provocar decisiones que dañan el futuro de esas empresas.
Todo esto le lleva, por otro camino, a lo que decía yo en aquella entrada: la economía de mercado «requiere accionistas que conozcan bien la naturaleza de las empresas en las que invierten, participen en las decisiones que les correspondan y aseguren que sus intereses como accionistas son compatibles con los intereses legítimos que la empresa como proyecto autónomo debe tener».
Ya he hecho notar en otras ocasiones que las finanzas experimentaron un cambio de enfoque a mediados del siglo pasado, dejando de ser la ciencia de la financiación de las empresas y las familias para convertirse en la ciencia de la gestión de un patrimonio al que se trata de sacar la máxima rentabilidad para un nivel de riesgo deseado, con independencia de lo que ocurra en las actividades productivas en las que se invierte. Me da la impresión de que, mientras no recuperemos la función social de las finanzas y de la inversión financiera, volveremos a encontrarnos con problemas que dañan a las empresas y al sistema de economía de mercado. Confiar en que la ley y la regulación sean capaces de poner coto a todo esto es, me parece, demasiado optimista. La regulación siempre llega tarde, es incompleta, no tiene en cuenta los casos particulares y no sirve para orientar la responsabilidad de los inversores. Bueno es obedecer a la regulación, pero no es suficiente.
Las regulaciones no sirven si están mal medidos los hechos profesor. Cuando uno invierte, los rendimientos van ingresando paulatinamente y no son lineales. Se corresponden con los fijos realizados que van repartiéndose geométricamente 1/q (producción-ventas), pero los rendimientos se suman según la producción adelanta (en el tiempo). Es una danza continua de números que no se sabe efectuar, hoy por hoy. Pero se puede hacer y yo lo hago, dando como resultado funciones de tipo Fourier-Laplace para controlar los números que realimentan los hechos económicos. Tensores co-contra-variantes. Nyquist y ceros que dominan la (in)establidad futura. Como decía Polo … ADEMÁS!