Sostenibilidad y estrategia (I)

Desde hace años vengo diciendo que la responsabilidad social corporativa, la sostenibilidad y otros conceptos similares deben estar presentes en la estrategia de la empresa, no como un añadido, sino formando parte de dicha estrategia desde su arranque. He encontrado un artículo de Michael Porter, George Serafeim y Mark Kramer, “Where ESG Fails” (Institutional Investor, 16 de octubre de 2019), que abona mi tesis. Voy a explicar sus argumentos brevemente.

Lo que Porter y sus socios tratan de explicar es que el enfoque ESG (medioambiente, social y gobernanza, por sus siglas en inglés) tiene un papel directo, de un lado, sobre los resultados económicos de la empresa y, de otro, sobre su impacto social y de sostenibilidad, y que ambas vías de acción están conectadas: hay una relación causal entre el impacto social de la estrategia de la empresa y sus resultados económicos, y esa relación no tiene que ver solo con la reputación de la empresa y su atractivo para los recursos con impacto social, por ejemplo, sobre consumidores comprometidos con esos impactos, inversores que buscan colocar su dinero en empresas con impacto social, o proveedores que favorecen a las empresas con ese impacto. Esta última manera de ver el enfoque ESG se limita a un conjunto de acciones que se añaden a la estrategia y a sus resultados para conseguir mayores beneficios por la reputación y el atractivo que la empresa supone para sus clientes, financiadores y proveedores.

La historia del uso de ESG avala esta manera de ver las cosas. Al principio, los inversores procuraban evitar empresas en sectores mal considerados, como la fabricación de armas, la prostitución o la producción y distribución de combustibles fósiles: lo que contaba en ese enfoque eran los valores personales del inversor, no la estrategia de la empresa; ESG era un coste que, en todo caso, el inversor estaba dispuesto a asumir. Más adelante se prestó más atención al impacto de la empresa sobre la huella medioambiental, las condiciones laborales o la supervisión del consejo de administración: hay objetivos sociales o de sostenibilidad, pero no se relacionan con los beneficios; más bien siguen considerándose como un coste económico para la empresa socialmente responsable. En una tercera etapa, se juzga a las empresas por sus resultados agregados medidos por diferentes indicadores, con la misma ponderación. Ahora, de lo que se trata es de tener en cuenta el impacto social directo de la empresa sobre su cuenta de resultados.

En una próxima entrada continuaremos con este tema.

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