Vuelvo sobre el tema a partir de la entrevista al premio Nobel James J. Heckman a la que me referí en una entrada anterior. Heckman es crítico de algunos programas gubernamentales que dan dinero para solucionar los problemas de los hogares sin recursos, no porque el dinero no haga falta, sino porque necesita ser complementado por las actitudes y valores de la familia, especialmente por el impacto de las madres en el desarrollo de los hijos. Hay, dice Heckman, sinergias entre el programa y la familia. A veces, el programa puede superar los defectos de la familia, pero habitualmente hace falta que esta colabore también: tener a las madres informadas e implicadas es el secreto. Las madres, dice, porque a menudo son las que tienen que sacar adelante a los hijos solas, sin la ayuda de un padre. «Nadie quiere hablar de las familias», dice, sino del dinero. Pero «la familia es toda la historia», concluye.
Esto tiene que ver con algo que dijimos en la entrada anterior: las capacidades de los hijos pueden y deben ser promovidas por los padres. Cita un ejemplo del filósofo Platón, que proponía que todos los niños fuesen separados de sus padres, para darles a todos las mismas oportunidades. El resultado sería desastroso. Un generoso sistema de transferencias de dinero a las familias puede ser un freno al desarrollo de capacidades de los hijos, si obstaculiza esa adquisición de virtudes y capacidades.
Es bien conocido que los padres con más recursos obtienen mejores resultados con sus hijos que los padres pobres. Pero no es solo cuestión de dinero: los más ricos tienen también más formación, mejores relaciones y una vida familiar más adecuada. Pregunte usted, dice Heckman, a una madre soltera sin educación, cuál es la trayectoria normal de un niño para que aprenda a leer a los dos años, y la respuesta será, probablemente, que no lo sabe. Por tanto, no podrá ayudar a su hijo a desarrollar esa capacidad. De alguna manera, los programas tienen éxito cuando cuentan con la implicación de los padres, lo cual exige más que dinero. «Padres motivados, aunque no tengan educación, si están motivados, producen resultados efectivos en los hijos. Siempre».
«La definición correcta de pobreza infantil es vivir en un entorno que no estimule y que no anime. Rico o pobre». ¿Su recomendación final para los padres potenciales? Primero, gradúate, luego cásate, luego ten un hijo. Por este orden. Esa es la base para formar a los padres como responsables de la formación de sus hijos.
De acuerdo con Heckman, la motivación de los padres es fundamental en la educación infantil de los hijos pero es incompleta: ¿cómo puede estar motivado un padre sin recursos que de lo primero que se tiene que ocupar es de generar esos recursos básicos?…es difícil
Como madre, soltera me he cuestionado muchísimas veces la importancia y necesidad de una familia bien estructurada. Por cuestiones ajenas esto no ha podido suceder, pero me esfuerzo muchísimo para que el desarrollo de mi hijo sea el adecuado. Al fin y al cabo no es su culpa y yo he decidido afrontarlo, pero realmente temo fallar. Y no siempre es cuestión de dinero, al menos para mi un hijo necesita más.
El número de familias con todos sus miembros en paro supera la escalofriante cifra de 1.200.000. Parece mentira que esta tragedia que viven muchas familias, no sea el tema prioritario, de los medios de comunicación, de los partidos políticos, de la empresarios y de los sindicatos. Si una familia carece de la dignidad que aporta el trabajo, es difícil educar y convivir.
Estimado profesor, muy interesante su artículo. Le felicito por el tema que plantea porque es muy pertinente hoy en día. No obstante, me gustaría comentar con usted un par de aspectos.
Estoy de acuerdo en que el papel de los padres es fundamental para el correcto desarrollo de los hijos. Si los padres no se implican, las posibilidades de éxito de los niños se reduce al azar o a lo generosa que haya sido la naturaleza con la capacidad de los hijos, tanto como para que les haya otorgado tal talento innato que sean capaces de salir adelante sin ayuda. En este punto me surgen dudas con su artículo. ¿Usted considera que en el caso de que no haya implicación de los progenitores debería existir una ayuda externa al núcleo familiar que lo supla? y en ese caso ¿Será suficiente para que el niño compense esta falta?.
Por otra parte, en mi modesta opinión, la correcta definición de pobreza infantil es vivir en un entorno que no tenga recursos para comer o para llevar a cabo tareas básicas como encender la calefacción. Creo que la última frase de Heckman es un poco aventurada. Quizás en el caso de un niño rico, la pobreza infantil sí se pueda entender como una falta de estímulo, pero considero que para un niño pobre hay otra clase de inconvenientes que están primero en su orden de prioridades.