Leí hace un tiempo una entrada en Aceprensa sobre la soledad en el trabajo, que me hizo pensar. Venía a decir que hay mucha gente que se siente sola en la empresa: quizás no físicamente, pero sí anímica o psicológicamente. Muchos empleos son hiperespecializados, de modo que no hay ocasión de compartir ideas con los colegas. Otros trabajan desde casa, y es difícil tener encuentros más o menos formales con ellos. A menudo la cultura de la empresa fomenta el aislamiento, sea porque se trata de evitar el enfrentamiento y buscar la aprobación del otro, sea porque se fomenta la competencia y, por tanto, alguna forma de enfrentamiento. Otra razón puede ser la sobrecarga de trabajo, que dificulta tener tiempo para tomarse un café con los compañeros, superiores o subordinados, o charlar ocasionalmente en un pasillo.
Aceprensa citaba a Begoña Urien, profesora del área de Psicología Social y de las Organizaciones de la Universidad de Navarra, que señala que eso es malo para los trabajadores y, por tanto, también para las empresas. Ella aconseja que se favorezca todo lo que facilite el encuentro entre empleados y directivos, cosas como favorecer la hora del café, tener un comedor para los trabajadores o montar reuniones formales para compartir ideas y proyectos, también entre personas que no están en el mismo departamento o sección.
Lo importante es que los empleados se sientan escuchados y valorados, porque eso es lo que da sentido a su trabajo y, por tanto, favorece su sociabilidad y, claro, también su rendimiento; que se sientan miembros de la empresa, «mi empresa»; que vean que son importantes para ella, sobre todo para sus jefes. También recomienda un modelo híbrido, con ratos de aislamiento que den un poco de distanciamiento, también para descansar. Y sugiere que no se impongan actividades de ocio compartido, para respetar la vida privada de los empleados.
Aunque no es exactamente lo mismo, leí hace mucho tiempo la ventaja que supone trabajar en un entorno próximo al personal de otras empresas, compartiendo, por ejemplo, unos servicios comunes, lo que permite ese encuentro ocasional en que uno pregunta «¿en qué estás ocupado ahora?» y el otro le cuenta sus dificultades, sus ideas y sus proyectos, de lo que, sin duda, saldrán cosas buenas para todos.
Bueno, al final se trata de poner la persona en el centro de la empresa, ¿no?