¿Es importante la ESG, es decir, el análisis y difusión de las dimensiones medioambientales, sociales y de gobernanza de las empresas? Sí. Como ya he explicado otras veces, forma parte de las preguntas que debe hacerse un buen directivo en su trabajo. ¿Es importante tener en cuenta los riesgos relacionados con el medio ambiente? ¿Es importante conocer el impacto que nuestras acciones tienen sobre los problemas medioambientales de nuestro entorno? ¿Es importante saber si disponemos de un equipo humano integrado, compenetrado con la misión de la empresa y con la diversidad necesaria para poder hacer frente a todos sus retos? La respuesta sí, claro.
Y la razón es que todas esas cuestiones afectan al valor de la empresa a largo plazo y en sentido amplio. Primero, porque afectan a sus resultados económicos futuros, cuyo valor descantado es el valor financiero actual de la empresa.
Segundo, porque su funcionamiento dependerá de las relaciones con sus stakeholders: accionistas e inversores, directivos y empleados, proveedores y clientes, reguladores y supervisores, vecinos y ciudadanos… Esos stakeholders quieren conocer qué hace la empresa en esos ámbitos.
Tercero, porque los aspectos ESG incluyen muchas de las variables no financieras ni económicas en sentido estricto, por ejemplo, los intangibles.
Pero todo esto implica que los factores ESG no se pueden limitar a la compliance, al cumplimiento de unas normas preestdablecidas, a poner una cruz en cada una de las filas de un cuestionario, para poder decir que somos «sostenibles». Entre otras cosas, porque esto significa un enfoque a largo plazo, no una situación actual definitiva: nunca podrás decir que «somos sostenibles» para siempre.
Como dice Alex Edmans en un artículo publicado en Financial Management en 2022, «ESG es a la vez algo extremadamente importante y nada especial». Pero de esto seguiremos hablando otro día.
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