Leo una breve pero jugosa entrada del prof. Marc de Menestrel, que me lleva a glosar sus palabras sobre la corrupción.
- La luchas contra la corrupción no va de separar las buenas personas de los corruptos, porque todos somos más o menos corruptos -ya he explicado otras veces que los que critican a los políticos corruptos suelen pedir las facturas sin IVA. Ser consciente de que yo soy también malo es el primer paso para entender qué está bien y qué está mal, sin engañarme a mí mismo, y, por tanto, para poder buscar remedios a mi falta de ética.
- Tampoco es algo reciente: corrupción, dice de Menestrel, la ha habido siempre y, mientras los seres humanos seamos capaces de error y maldad, la seguirá habiendo, porque la tentación está ahí, cada día. Lo que hacemos, a menudo, es decir que lo nuestro no es corrupción, lo que nos lleva inmediatamente a bloquear la posibilidad de reflexionar sobre qué es la corrupción y sus causas, o sea, a no encontrar un remedio para el problema.
- Tolerancia cero con la corrupción no es la solución. Y esto no quiere decir que nos rindamos a ella: hemos de hacerle frente, pero entendiendo que hay situaciones complejas, en las que los criterios pueden no estar tan claros.
- Abandonemos el «business case» en favor de la lucha contra la corrupción, es decir, el argumento de que ser honrado siempre produce beneficios, también económicos. Porque lo que estamos haciendo es defender la razón misma por la que existe la corrupción: poner mis intereses por delante de las reglas de la ética. Empezar poniendo los principios por delante -la corrupción es mala- es un medio para comportarse bien, con la esperanza de que, si todo funciona bien, al final incluso ganaré más gracias a esa estrategia.
Reconocer que las cosas son complejas es un medio, dice de Menestrel, para tener conversaciones «de adultos», dice, sobre la corrupción. «Esas conversaciones son urgentemente necesarias hoy, cuando la anticorrupción amenaza con convertirse en el riesgo de ser corrupta, al convertirse en una máscara moralística que nos impide mirar a la cara las realidades desagradables».
En éste caso no estoy de acuerdo con usted, no es comparable la corrupción en la clase política o grandes empresas con un usuario que tal vez pueda solicitar una factura sin IVA por necesidad.
Las grandes empresas pueden esperar un tiempo a las devoluciones de IVA, pero un ciudadano de a pié, el roto que le puede hacer esperar unos meses a una devolución de Hacienda, puede ser devastador, a parte de las diferencias que tienen las grandes empresas con respecto a los ciudadanos en cuanto a ventajas y deducciones fiscales.
Está claro, que en el país del Lazarillo de Tormes, la picaresca está a la orden del día, pero no podemos poner en la misma balanza un desfalco de cientos o unos pocos miles de euros con los millones o cientos de millones de desfalco ilegal o legal, mediante el uso de ingenieria fiscal, que hacen las grandes empresas, políticos, etc,…
Deberían existir leyes muy duras a éste respecto y eliminar las deducciones fiscales, pero globalmente, y tanto políticos como grandes empresarios practicar con el ejemplo,… mejor nos iría a todos y poco a poco cambiaría la educación en ésta materia de la gente de a pié.
Estimado Antonio, me entristece y me preocupa la visión del prof. Marc de Menestrel, con todos mis respectos, sigo pensando que es posible para muchas personas, evitar la corrupción y dejar de adorar al dinero y a la fama, simplemente con el ideal sencillo y gratificante de contribuir a crear un mundo mejor.
Saludos cordiales,
Una cita de Polo (de su libro La Originalidad de la Concepción…, al final de la 1ª parte cuando comenta la Solicitudo Rei Socialis: «se da de hecho una ingerencia del Estado en la economía, y lo que es peor, una ingerencia de criterios económicos en el Estado. A esto hay que añadir los sindicatos, lo que complica todavía más la situación. Esta penetración de los criterios de una instancia en la otra, y viceversa, no es una unificación, sino una desvirtuación de las dos, que no saben evitar ni los neoliberales ni los socialdemócratas. A esto se añade todavía la importancia enorme que tienen los medios de información masivos, otro de los factores con que se intenta gestionar la complejidad. Es evidente que una complejidad sin ninguna información, funcionaría a ciegas. Sin embargo, también los medios de información entran en el juego de las mutuas influencias, por lo cual tampoco cumplen correctamente su función. Si la estructura organizativa –y esto se observa tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados– muestra incoherencias en sus relaciones, la complejidad no unitaria se eleva a la segunda potencia. En concreto, disminuir el exceso de Estado no es simplemente reducir la burocracia o equilibrar el presupuesto; se trata esencialmente de normalizar las relaciones entre las instancias aludidas y de evitar que se desnaturalicen, porque ello es lo que hace que el sistema de organización sea tan poco adecuado para controlar la complejidad social. La mezcla del Estado –el Poder– con la economía –el dinero– y los medios de comunicación –la influencia persuasiva– da lugar a un tráfico desastroso, que puede describirse así: yo te doy influencia si tú me das dinero; yo te doy poder si tú me das dinero; y yo te doy dinero si tú me das poder, etc.: esto no es un criterio organizativo unitario ni nada que se le parezca, sino la ocasión de la corruptela generalizada, con la que aumentan la segmentación, los efectos perversos y la anomía». Sin más comentarios envío un cordial saludo desde Lima, celebrando las Fiestas Patrias y sede de los Panamericanos
Para que disfruten esta versión de La flor de la canela: https://www.youtube.com/watch?v=5fcohTlPbWk
¡Fantástico artículo Antonio! No obstante no estoy del todo de acuerdo con la premisa de partir de la culpa própia. De acuerdo que ninguno somos angelitos, pero hay grados de «corrupción». Puede darse desde una mentira piadosa hasta llevarse los millones por cientos, y si bien tiene un origen común, nada tiene que ver en el desarrollo de los hechos en sí.