Seguimos con el tema de la cooperación en la empresa, al que dedicamos una entrada reciente. La empresa es un lugar para cooperar. Esto exige, según J.A. Stoelhorst, a quien me referí en esa entrada, un objetivo común, que será el resultado de esa cooperación, una división del trabajo, para que todos los que participan sepan lo que tienen que hacer, y un papel específico para cada uno en ese equipo que tiene que funcionar bien.
Cooperación significa interdependencia, e implica cooperación dentro del grupo, aunque este no sea mayor que dos agentes. Y también cooperación entre grupos. La cooperación implica entenderse con los demás y seguir unas normas aceptadas por todos, que provienen de la propia historia y experiencia de los agentes, de la ley, de las normas sociales recibidas o creadas, etc. En tre ellas figura la personalidad legal, que permite al grupo, la empresa, poseer la propiedad de bienes materiales que todos utilizan según sus necesidades. Y la ley es la que garantiza esa personalidad propia de la empresa. Por eso Stoelhorst afirma que las empresas son construcciones legales que ayudan a agentes interdependientes a resolver problemas de acción colectiva institucionalizando normas transmitidas culturalmente que apelan a sentimientos morales.
El papel de la dirección es clave en la empresa, porque ella es la que ayuda a los stakeholders a resolver sus problemas de acción colectiva, organizando y manteniendo la cooperación entre todos y tratando de equilibrar la competencia y el interés personal con la cooperación y la moralidad.
Lo que me llamó la atención en el artículo que comentamos es el papel de la ética, de esos «sentimientos morales» que son, en definitiva, fruto de la formación, también ética, de las personas en la sociedad. Si la empresa sirve para cooperar, y esto me parece que nadie lo niega, hace falta un conjunto de normas, reglas y culturas, también éticas, para que todo funcione normalmente.
Así es Antonio. Como todo cuerpo que tiene vida, la empresa no puede actuar mas que unificadamente. El propósito lo dice todo. El problema es cuando no se puede lograr o ni siquiera identificar si ese propósito es lo que se dice que debe ser. Las razones para ello hay que encontrarlas porque marcan la diferencia entre la vida y la muerte