Leí hace tiempo unas frases de Mahatma Gandhi, que me llamaron la atención; no recuerdo la fuente: «Un cliente es el visitante más importante de nuestras instalaciones. No depende de nosotros, nosotros dependemos de él. No es una interrupción en nuestro trabajo, es su propósito. No es alguien ajeno a nuestro negocio, es parte de él. No le hacemos un favor al servirle, él nos hace un favor al darnos la oportunidad de servirle».
Interesante. Habría que dárselas a leer a muchos empleados, directivos y propietarios de negocios. En la lista de nuestros stakeholders, ocupan un lugar destacadísimo.
Les falta algo. Gandhi nos muestra que necesitamos a nuestros clientes, que es bueno para nosotros atenderles, sonreirles, tratarles bien… Quizás empezando por aquí, acabaremos dando el paso siguiente: el cliente es una persona con dignidad, con una dignidad infinita, que merece nuestro aprecio y respeto siempre, incluso cuando no resulta rentable para nosotros, cuando se marcha enfadado porque le hemos defraudado, o cuando se queja de nuestro producto o del servicio que le hemos prestado.
El cliente es como el alimento. Pero bien entendido, como dice Polo. No es que alimente sino que me alimento. El fin (o propósito) está -o debería estar- siempre presente al alimentarnos. El alimento es dinámico. No es una forma-materia sino algo vivo, con eficiencia propia. Y, si como algo muerto, me enveneno. Yo impongo mi propio fin vital al alimentarme, pero tiene que ser algo que pueda hacerse mío, para que puedan apropiárselo mis propios fines.
Creo que eso es lo que es difícil de entender. No es forma-materia lo que como, sino movimiento … Y un cliente es más que eso ! Pero hay que empezar por eso