Lo de poner nombre a las generaciones no es nuevo. Baby boomers se llama a los que nacieron entre 1945 y 1965, la Generación X la componen los que nacieron entre 1965 y 1980, y a los nacidos entre 1980 y 1995 se les ha venido a llamar millennials.
Las fechas son siempre orientativas, porque no suele existir un consenso absoluto sobre el momento de inicio y fin de cada generación. Por poner un ejemplo, hay quien dentro los millennials distingue dos grupos: los senior millennials, nacidos en la década de los ochenta, y los junior millennials, nacidos en los noventa, según descubro en el artículo “Cinco prácticas que atraerán a los millennials”, de mi colega el profesor Guido Stein, publicado en Revista IESE Insight.
Pero, ¿tan importante es conocer a los millennials? Sí, si tenemos en cuenta que esta nueva generación supondrá el 75% de la población activa mundial en 2025. Eso significa que en un futuro cercano ocuparán gran parte de los puestos de trabajo y las empresas familiares no serán una excepción. ¿Qué caracteriza a estos jóvenes profesionales? ¿Qué buscan en su carrera profesional? ¿Qué puede ofrecerles la empresa familiar y qué pueden ofrecer ellos a la empresa familiar? Son cuestiones sobre las que he estado pensando y leyendo este verano.
Aunque, como escribe el profesor Stein, hacer un retrato robot de toda una generación siempre es arriesgado, puede venir bien señalar algunos de los rasgos distintivos que comparten los millennials, pues conocerlos nos ayudará a sentirnos más próximos a ellos.
Los millennials, especialmente los nacidos en la década de los noventa, han crecido en la cultura de la inmediatez, así que son un tanto impacientes y les gusta obtener resultados visibles a corto plazo, leo en este otro artículo también de Guido Stein. Son digitales, están permanentemente conectados y valoran mucho la flexibilidad, tanto en horarios como en lugar de trabajo: prefieren trabajar por objetivos que estar ligados a un horario fijo y presencial.
Aunque lo que más me ha llamado la atención, es descubrir que estos jóvenes anteponen el sentido ético y social de las organizaciones a la simple consecución de beneficios, según señala el informe “The Deloitte Millennial Survey 2016”. Para ellos, lo económico es importante, pero no lo único. Son conscientes del valor del dinero, pero el salario no es su principal motivación.
Lo que les atrae de alcanzar puestos de responsabilidad no es tener a muchas personas a su cargo, sino la posibilidad de cambiar las cosas y de tener impacto positivo en la sociedad. Una forma de pensar que encaja perfectamente con la filosofía de la empresa familiar, siempre fiel a una misión y una visión que van más allá de lo inmediato, manteniendo un fuerte compromiso con la comunidad,