En otro post menciono el Workshop on Business Ethics al que asistí la semana pasada en Bruselas. Había algunos papeles interesantes, y mucho pedaleo, del que ahora se lleva en las universidades de todo el mundo para lograr el título de doctor o una plaza académica más o menos segura. Pero me gustó un papel presentado por Rafael Morales, de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla.
El papel amenazaba con ser uno más de la lista de artículos sobre «un modelo de toma de decisiones éticas«. Pero Morales añade algunas cosas interesantes, de la mano de lo que él llama «competencias éticas«, y que yo llamaría virtudes. Porque, claro, no bastan los pasos habituales de ser consciente de la existencia de un problema ético, hacer un juicio adecuado, tener una intención correcta y poner en práctica la decisión, sino que falta algo más. Las virtudes, o las competencia éticas, como señala Morales, me ayudan a «ver» lo que otros no ven, a identificar nuevas alternativas y, sobre todo, a desarrollar el músculo necesario para actuar correctamente, me convenga o no. Por este camino, vamos bien.
Llevo tiempo dándole vueltas a una idea que se resumiría así: En el ambiente laboral u organizativo se adoptan una serie de actitudes que dirigen nuestras decisiones por una especie de ‘camino trillado’ que suele ser ágil, basado en hechos, alineado con la estrategia, coherente con la cultura, pero …
Si, después, con algo más de calma y perspectiva, reviso esas decisiones y, sobre todo, sus consecuencias (sobre las personas afectadas, su impacto a medio o largo plazo), o elementos no tenidos en cuenta en la decisión … no tengo tan claro que el ‘camino trillado’ haya sido válido. Probablemente, se trate de imprudencia, esa no-virtud, que nos juega malas pasadas. Pero ¿cómo frenar ese afán de resolver, que parece tan propio de quienes están acostumbrados a tomar decisiones?
estoy de acuerdo
Carlos, soy Rafael Morales, el autor del trabajo que comenta el Prof. Argandoña sobre las competencias éticas. Efectivamente, eso que denominas «camino trillado» es el concepto de competencia que se usa habitualmente en el ámbito de la gestión de los Recursos Humanos. Un trabajador excelente, al desarrollar su actividad en un puesto de trabajo, pone en funcionamiento un buen número de conocimientos, habilidades y experiencias adquiridas que le hacen ser, precisamente eso, excelente en el puesto de trabajo. Me viene a la cabeza el ejemplo de Fernando Alonso, Rafael Nadal o cualquier otro deportista de élite. Ellos saben lo que tienen que hacer en cada momento porque tienen habilidades, conocimientos y experiencia (ese camino trillado). El problema es que en muchos casos las personas que toman decisiones no tienen en su «mochila» entre los conocimientos y habilidades, la capacidad de pensar en los demás o de incorporar la ética a las decisiones: les faltan las competencias éticas para tomar decisiones excelentes en todos los sentidos (técnicas y éticas).
Convendría que nos pusiéramos a desarrollar esas competenicas en nuestro día a día para que se conviertan cuanto antes en parte del «camino trillado» del que hablas.
Rafael: Estamos de acuerdo, pero yo quería poner el acento en el ejercicio real de las ‘competencias éticas’, que reclama dos ‘brazos’.
Uno es el que tú dices «mochila» de conocimientos y habilidades; sería tener la cabeza clara.
El otro, que es más difícil, es el conjunto de actos de la voluntad -pensar en los demás, incorporar la ética a las decisiones, pararse a pensar, etc.- ejercidos cuando corresponde (o sea, siempre). A base de repetición, adquirimos hábitos operativos buenos (virtudes), pero ejercerlos supone un esfuerzo distinto cada vez, más complejo cuando la acción emprendida no es trivial y afecta a muchos frentes (dinero, personas, proyectos, etc.).
Resumiendo: para el ejercicio de la ética no existe un “camino trillado”. Siempre será ‘cuesta arriba’.