Esta tarde he participado en SEDASE, un seminario sobre Doctrina Social de la Iglesia Católica en la Facultad de Teología de Cataluña (ya se ve que son muy abiertos, porque invitan a un economista,… ¡y liberal!, a hablar de las relaciones entre el Estado y la economía). Al final uno de los asistentes me ha preguntado si la reciente reforma laboral es consistente con aquella Doctrina Social.
Yo le he constestado que no sé si alguien en el Ministerio se habrá planteado esto. Pero, más allá de los aciertos y errores de la reforma, me parece que cumple un aspecto que, en la Doctrina Social Católica, es importante: la acción del Estado no debe suplantar a la de la iniciativa privada, sino más bien facilitarla, y suplirla, si hace falta. Y he hecho un comentario que me parece relevante para este blog. La reforma laboral se puede entender como una propuesta de pasar a las empresas la «patata caliente» de la creación de empleo y del aumento de la eficiencia.
«Señores empresarios, aquí tienen ustedes sus oportunidades para acomodar su plantilla (léase despedir), crear nuevos empleos, reordenar sus salarios y sus tiempos de trabajo,… La reforma les da oportunidades que hasta ahora no tenían. Ahora, la iniciativa es -debe ser- suya. No esperen que el gobierno haga algo: ya lo ha hecho. ¿Que no les gusta? Nunca llueve a gusto de todos. O sea que,… esto es lo que hay. Ahora, muévanse ustedes».
Yo no sé si este es el punto de vista del gobierno. Pero, desde luego, tiene sentido, como expliqué hace unos días (ver aquí «Tareas para las empresas»).