Recuerdo al lector lo que ya he contado otras veces: el caso de la familia que no puede hacer frente a sus gastos, hipoteca y créditos varios incluidos, y acude al suegro a pedir ayuda. Si este está dispuesto a ayudar, fenomenal. El hijo y su familia, tranquilos; los acreedores del hijo, tranquilos, cobrando del suegro, y este, feliz también al ver la serenidad en su familia. Si es así, ¿por qué no acudir rápidamente al rescate del suegro?
Claro que cabe un segundo escenario: el hijo, agobiado por las broncas del suegro y los controles que le pone, porque, claro, ha sido un incompetente y un derrochador, y ahora lo que tiene que hacer es practicar la austeridad, hasta el punto de que el suegro no le deja ni comprar caramelos para los niños. Los otros hermanos, enfadados con él, porque es un fresco y un vago, y ahora el padre tiene que dilapidar el patrimonio, que es de todos, para ayudarle a él, que es el que menos se lo merece. El suegro, preocupado por la marcha de los asuntos del hijo, por la posibilidad de que ni con su ayuda salga adelante, con ganas de acabar con la pesadilla, pero también sin querer ser demasiado generoso. Los únicos felices, los banc, que cobrarán. Por eso el sistema financiero pide a España que pida ya el rescate. Los demás, no tan seguros: puede salir bien, pero también puede costarles muy caro.
Me parece que el gobierno español no tiene prisa en pedir el rescate por varias razones. Una, el coste político, interno y externo, de pedir el rescate. Ya lo está pagando, pero un cosa es que Europa nos dé consejos cada día, y otra es que tengan sus delegados en los ministerios españoles para controlar nuestras cuentas. Otra, el coste de tener que cumplir las condiciones adicionales que nos quieran poner nuestros protectores -el suegro-, que pueden ser gravosas. Y tercero, me parece, el mañana. Porque, claro, si pide el rescate, el gobierno español deja de acudir a los mercados financieros durante un tiempo, mientras dure el dinero del suegro. Pero luego tendrá que volver, dentro de un año, dos… o los que sean. Y aquí hay incógnitas importantes. ¿Cómo acogerán los mercados el regreso del hijo pródigo? ¿Qué esfuerzos habrá que hacer para recuperar entonces su confianza?
No soy capaz de ponderar todos esos costes, pero, si mi análisis es correcto, me parece lógico que el gobierno español se pare a pensar no solo en los intereses de sus acreedores hoy, sino en las condiciones y posibilidades de su regreso al mercado financiero, dentro de unos años. El rescate hoy no es volver a la normalidad, ni en los ingresos y gastos del Estado ni en la prima de riesgo, que será menos alta, pero todavía alta.
Adicionalmente parece haber una baza clara para España mientras no pida el rescate: cualquier presión adicional sobre España pone en riesgo al euro y, por consiguiente, los intereses financieros que esperan cobrar de España los bancos franceses y alemanes. Luego, si nos siguen apretando hay un riesgo para toda europa tan alto, que deberán ayudarnos a conseguir financiación más barata. Si aceptamos el rescate, nos hemos quedado sin fuerza para negociar nada en los próximos dos o tres años, como dice Antonio