Daron Acemoglu y James A. Robinson han publicado recientemente Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty (New York, Crown Publishing, 2012). El libro está gustando mucho. Su tesis es sencilla. El crecimiento económico depende, sobre todo, de las instituciones económicas. Las buenas instituciones son aquellas que facilitan que la gente innove, cree, ahorre, invierta, coopere,…: las llaman instituciones «inclusivas», e incluyen un sistema fiscal justo, estabilidad macroeconómica, el estado de derecho, el respeto a los contratos, etc. Las malas instituciones son «extractivas», porque permiten a algunos depredadores apropiarse lo que han creado los innovadores, vía impuestos excesivos, terrorismo, corrupción, eliminación de la competencia, proteccionismo, etc. Estas instituciones extractivas son posibles porque hay instituciones políticas también extractivas, que dan poder a élites y grupos privilegiados, mientras que las buenas instituciones económicas remiten a instituciones políticas inclusivas, que facilitan la participación de todos. Y, claro, si todos o muchos participan y crean, y no les quitan lo que han creado, el incentivo para seguir creando es muy grande. Y todos salimos ganando.
¿Tiene esto algo que ver con nuestras problemas? Sí. Si queremos salir de la recesión actual, necesitamos un modelo nuevo, lo que significa innovación, creatividad, cerrar sectores viejos y abrir otros nuevos, desplazar los recursos (y los trabajadores) hacia estos (también promoviendo migraciones internas o externas), animar el ahorro privado a costa del público,… Y esto supone la necesidad de pasar de instituciones extractivas a otras inclusivas. Tarea que, a la vista de la experiencia de la pre-crisis y de la crisis, está siendo muy difícil.
En una crítica al libro de Acemoglu y Robinson, Ross B. Emmett (aquí, en inglés) ofrece algunas ideas que van en la línea que ya he comentado otras veces, del desarrollo de la sociedad civil: seguir impulsando la innovación de ideas productivas (harán falta más incentivos, tanto de protección legal como económicos); «dignificar las acciones y los conocimientos de las personas en sus situaciones locales concretas, y reconocer los valores que crean para ellos mismos y para otros a su alrededor (…); reconocer el papel de instituciones intermedias, como iglesias y otras organizaciones que se extienden a lo largo de varias comunidades», y poner en práctica el principio de subsidiariedad, que atribuye a los escalones inferiores (barrio, pueblo) lo que pueden hacer igual o mejor que los superiores (comunidad autónoma, país), o que pueda contribuir mejor al desarrollo de la sociedad en aquellos niveles.
¿Utopía? Acemoglu y Robinson cuentan con detalle el éxito de la Gloriosa Revolución inglesa en la renovación de las instituciones en 1688-89.
Gracias por sus aportaciones
La pregunta es, ¿ Cómo hacemos el tránsito de unas instituciones claramente «extractivas» a unas «inclusivas» para que se produzca el cambio de modelo del entorno español? ¿necesitaremos una generación entera para el desarrollo de un nuevo modelo institucional?
Muy agradecido por publicar esta referencia.
El principal problema de las medidas es conseguir reubicar a los trabajadores en otros sectores. La reubicación será generacional (mis dos hijos mayores hacen un tipo de trabajos que no existían pocos años atrás), y algunos colectivos de trabajadores difícilmente volverán a encontrar trabajo a no ser que acepten incorporarse a trabajos peor pagados y con peores condiciones laborales.