Comento aquí un interesante artículo de John Kay en el Financial Times del 2 de enero, titulado «Sólo los locos afirman conocer el futuro de la complejidad» (aquí, en inglés; en la versión en papel incluye a las marmotas, por aquello de la película «Atrapado en el tiempo»). Kay afirma que es imposible conocer el futuro con precisión, al menos en asuntos económicos, porque no tenemos suficiente información para utilizar técnicas estadísticas (cosa que en materia de elecciones políticas o de metereología es posible), porque los problemas no están bien definidos (¿qué influirá en el crecimiento del PIB el año que viene?) y sus respuestas están siempre abiertas (los seres humanos somos libres y aprendemos de nuestras propias decisiones, es decir, nuestras reglas de comportamiento no son fijas).
Kay explica que los buenos jugadores de béisbol son expertos en cazar la bola en el aire, pero no saben contestar a la pregunta sobre la zona del campo donde irá a parar la bola. «Los buenos jugadores no saben predecir el futuro, pero sí saben adaptarse a él», porque han desarrollado la capacidad de seguir la bola con la vista y adelantarse a su movimiento mediante buenas estrategias, desarrolladas para tomar buenas decisiones en poco tiempo y en un mundo cambiante. Y añade: «las mismas cualidades son características de los directivos con éxito».
¿No sirven para nada, entonces, las previsiones sobre el futuro de la economía? Sí, claro. No sirven para predecir el futuro, pero nos dan información relevante sobre cómo otros ven ese futuro. Como he explicado otras veces, lo importante es saber qué tienen en la cabeza los que hacen predicciones económicas, qué información utilizan, cómo la procesan, qué consideran importante y qué irrelevante y, sobre todo, cómo cambiarán sus predicciones cuando les llegue nueva información. Porque toda predicción está siempre condicionada a la información disponible y al modelo mental que utilizamos para procesar esa información.