Francesc Torralba publicó en la web del Centre d’Estudis Jordi Pujol un breve pero jugoso artículo con el título anterior (aquí). Explica por qué es necesaria la confianza en las instituciones: porque sin confianza no habrá eficacia, o esta será precaria; porque reduce el grado de incertidumbre, tan elevado en estos momentos (confiar en una persona o en una institución es tener la certeza o, al menos, una certeza razonable de que su conducta será predecible); porque supone un ahorro en normas, reglamentos y protocolos (la abundancia de estos es una muestra de la falta de confianza); porque fomenta la cooperación y los acuerdos (¿cómo voy a prestar mi colaboración a una grupo de personas en quienes no puedo confiar?)… Me parece, en definitiva, que ahora vivimos una crisis de confianza en las instituciones: en los gobiernos y las administraciones públicas, en los partidos políticos, en la banca, en las empresas, en los sindicatos y en otras muchas.
Torralba da también algunas ideas sobre cómo mejorar la confianza en las instituciones. Distingue entre la confianza «de los de dentro» (directivos y empleados, por ejemplo) y «de los de fuera» (clientes, receptores de sus servicios, ciudadanos y sociedad en general). Sugiere delegar y confiar (si no empezamos confiando en las personas con las que colaboramos, ¿quién podrá fiarse de lo que hacemos?), transparencia (claro que si lo que trasnparentamos son conductas inmorales, ¿qué confianza podemos esperar que tengan en nosotros?), integridad, demostrar continuamente la competencia en aquello que hacemos («los colaboradores buscan competencia en la gestión, mientras que los destinatarios buscan la competencia técnica y científica») y un aspecto que me parece muy importante: «colaboradores y destinatarios han de tener la sensación de que la organización se preocupa de su bienestar«).
Competencia técnica, pues, y competencia moral, preocupación por los demás, por el servicio. Y cumplir los fines de la institución. No alardear de lo que se hace: la confianza no es cuestión de relaciones públicas, aunque a veces pueda conseguirse algo por este camino. Y, claro, tener una idea muy clara de la misión de la institución. Si los ciudadanos esperamos que los políticos se preocupen del bienestar de los ciudadanos, y los políticos cuidan principalmente de sus prebendas, de su carrera y de sus privilegios, ahí no puede haber confianza. Y, como ya he señalado antes, el recurso a las leyes, las regulaciones y los jueces no es un buen sustitutivo. Hay que cambiar el objetivo.
Gracias por este post. como siempre lleno de sugerencias.
Hace tiempo, leí un artículo sobre la confianza en el que se decía que «La confianza no se impone, se inspira». Esto se cumple siempre en las relaciones con los clientes
como dice arriba la confianza es principal en una empresa ya que permite trabajar con total seguridad para mejorar la eficacia