La importancia de las instituciones

«La importancia de las instituciones» daría para escribir voluminosos libros; aquí solo quiero hacer algún comentario breve, para hacer pensar. Instituciones, en este entorno, quiere decir «maneras más o menos estables» de hacer, de comportarse, de organizarse. El mercado es una institución, la judicatura es otra (no el juzgado de lo penal de nuestra ciudad, que es una organización), la contabilidad (una manera de llevar el control de los números), el estado de derecho (eso de que no te puedan meter en la cárcel sin una causa proporcionada, por ejemplo), el sistema de pensiones (la idea de que uno vaya guardando en una hucha, pública o privada, para el día de mañana) y muchas más. Amazon no es una institución, sino una organización, pero «la empresa» sí es una institución. Las organizaciones las diseñamos los humanos, las cambiamos, las manipulamos… pero las instituciones no. Bueno, sí: manipulamos el estado de derecho o el sistema escolar, pero las instituciones siguen ahí, en el fondo; malheridas, cuando las manipulamos y, por tanto, dejan de ser benéficas, o son menos benéficas de lo que se espera de ellas.

Lo que he escrito ya da una idea de lo importante que son las instituciones. La tesis de esta entrada es muy sencilla: la política no funciona sin buenas instituciones. Nos quejamos, por ejemplo, de la desigualdad de las rentas, y proponemos una subida del salario mínimo, o un impuesto más alto sobre la renta, o sobre la riqueza. Lo que pretendemos hacer es modificar algo que tiene que ver con una institución. El sistema salarial es una institución, que regula los aspectos económicos de las relaciones laborales. Subir el salario mínimo es interferir con esa institución, lo que puede ser bueno, o no. Lo importante -esta es mi tesis aquí- es que el sistema salarial funcione bien; no que el salario mínimo sea más o menos alto. Claro que es importante, pero si el sistema salarial no funciona bien, ya puedes tocar los niveles de salarios, que no arreglarás nada. Y lo mismo respecto del nivel de los impuestos.

Las instituciones las podemos arreglar cuando conocemos su fundamento, su función y su evolución, de modo que la institución «vuelva a ser ella misma». Lo que hacen los políticos es recetar aspirinas, que son muy útiles contra el dolor, para arreglar una pierna rota. Las instituciones las arreglan las sociedades. Lo que tienen que hacer los políticos es evitar interferir con ellas.

Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.

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