Ayer estuve en el Instituto de Estudios Económicos, en una reunión de expertos en coyuntura económica. Salió, ¡cómo no!, el tema de la situación de los bancos españoles. Uno de los asistentes, vinculado con una entidad financiera, nos dijo que las condiciones establecidas en el Memorandum of understanding firmado por España a la hora de conseguir los 40.000 millones de euros para sanear a los bancos en dificultades era muy riguroso, que las condiciones establecidas eran muy serias, que los supuestos del test de estrés eran realmente realistas, que las provisiones exigidas por el Banco de España eran también muy exigentes, y que, por tanto, no había motivos para ser especialmente pesimistas.
Coincidía con lo que, días atrás, había oído a un alto directivo de una entidad financiera española (de las que no presentan problemas), que decía que la recuperación de un banco no es cuestión de unos días, sino de bastantes meses, y recomendaba paciencia.
La prensa internacional de hoy volvía a recordar que los bancos españoles pueden tener que hacer provisiones adicionales, por la posible mayor morosidad. Es verdad, pero si los tests de estrés están bien hechos, eso entra dentro de lo ordinario. Algo parecido a lo que tendrán que hacer los bancos en dificultades en otros países europeos –que, por cierto, no son ajenos a dificultades como las de nuestros bancos, y no han pasado tests de estrés tan exigentes.
Si entiendo bien el problema, los fondos europeos han servido para tapar un agujero que tenían algunos bancos: borrón y cuenta nueva, como decimos en España. Pero la cuenta nueva tarda tiempo en implementarse: hay que reducir estructuras (oficinas, empleados), cambiar estrategias (¿a qué se dedicará en el futuro una caja que ganó dinero con el ladrillo y que se ha fusionado con otras cajas, también con problemas, con pocas sinergias y ventajas comunes?)… Supongo que en eso están sus directivos en estos momentos. Y aquí viene bien la paciencia.
Y luego, la vida sigue. Al día siguiente de ser un «nuevo» banco, siguen apareciendo problemas: lo mismo que en un banco viejo, en España o en otro país. Si el agujero está bien tapado, esos nuevos problemas serán de menor importancia. Cuando alguien que sabe nadar se está ahogando, lo que hay que hacer es sacarle la cabeza del agua; si está en condiciones de nadar, dejarle tranquilo para que salga solo del agua. Suponemos que esa es la situación de los bancos españoles que necesitaron ayudas públicas. Y si no está en condiciones de salir por sus propios medios, habrá que llevarlo a la orilla.