He leído un artículo de Amitai Etzioni en el Political Science Quarterly, vol. 128, n. 1, de 2013, titulado «La quiebra del liberalismo y del conservadurismo«. Como es lógico en uno de los padres del comunitarismo, critica ambas posturas, liberal (que aquí llamaríamos socialista o socialdemócrata) y conservadora. El objeto de su análisis es cómo la diferencia entre los conceptos de lo público y lo privado va desapareciendo. Recuerda sus orígenes, al comenzar la Edad Moderna, cuando se trataba de romper las sociedad tradicionales, en las que aquella distinción no existía. Distinguir entre lo público y lo privado fue, como dice él, «un precepto muy productivo». Pero ahora está perdiendo sentido.
Y cita cuatro ejemplos. Uno, la formación de las preferencias: decimos que estas son privadas y que hay que protegerlas del control público; pero parece que no son tan privadas y personales, sino muy influidas por la educación, la cultura y los procesos de socialización en el grupo en el que uno crece. Otro caso es el del número de identificación personal, que en Estados Unidos es el de la seguridad social y en España el del documento nacional de identidad: Etzioni hace notar que el carácter público de esa identificación ya no es tal, porque se utiliza tanto en el sector privado como en el público, y la información ligada al mismo pasa de un sector al otro con facilidad. Los otros dos ejemplos, muy actuales, son los de la defensa de la privacidad, que se planteó inicialmente frente al sector público (el «Gran Hermano»), pero que ahora ha de enfrentarse también a la manipulación privada; y el de la ciberseguridad, que corre a cargo del sector público, pero que está en manos de empresas privadas.
En definitiva…
Bueno, me dirá el lector: ¿y a nosotros qué nos importa todo esto? Lo que me interesa del artículo de Etzioni es su conclusión: el sector público y el privado se mueven a la par y se interrelacionan, lo que, como ya he dicho, desdibuja las fronteras entre ellos –con grandes efectos sobre nuestra vida privada, sobre la política, la economía y mil ámbitos más. Y Etzioni concluye que ese «moverse en tándem» se debe a la presencia de un tercer sector, que es el que, muchas veces, toma la iniciativa: lo que llamamos sociedad civil, o movimientos sociales (movimientos de liberación, feminismo, ecologismo, movimientos religiosos…).
No me parece mal, pero creo que Etzioni se queda corto, porque esos movimientos sociales no son espontáneos, sino son, a su vez, fruto de otras fuerzas –probablemente, del mundo de las ideas: como decía Keynes, al final todos somos deudores de «un economista difunto» o de un pensador desconocido, cuyas ideas hemos hechos nuestras.
De lo anterior saco dos moralejas:
- Hay que rastrear las ideas que están detrás de esos movimientos sociales –porque las ideas son las que mueven el mundo, pues incluso cuando decimos que el dinero es la fuerza principal, lo que estamos afirmando es la idea de que lo importante es tener dinero (o poder, o placer, o lo que sea).
- Hemos de huir de la dicotomía público-privado, en la que nos hemos criado y que hemos hecho nuestra, defendiendo unos que el gobierno es malo, y otros que el mercado es el demonio. Y esto me recordaba una idea de Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate, cuando afirma que hay que huir del monopolio Estado-mercado, para poner en juego a la sociedad civil. Pero su concepto de sociedad civil es mucho más amplio que el de los movimientos sociales, y su idea de romper el monopolio Estado-mercado no radica en meter a un tercero en discordia, sino en ampliar los objetivos de uno y otro: el Estado no tiene el monopolio de la solidaridad, ni el mercado tiene el de la eficiencia.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Realmente es impresionante este giro postmoderno. La visión más directa del tema creo que es la de un sistema realimentado. El control realimenta de tal modo al sistema que poco a poco se está llegando a sustituirlo por otros sistemas. Es decir, que lo público se ha ido pasando a los privados y por los comentarios de arriba, parece que esto seguirá. Al final incluso la recaudación fiscal y la coacción serán contratadas a sistemas pertinentes. Volvemos a lo de Pérez López: El sistema «de gobierno» primará sobre el «operativo» y ambos concurren en la eficacia deseada.
Las soluciones cuantitativas (numéricas o monetarias) del asunto ya se conocen y sus relaciones no son solo co sino que también contra variantes, es decir, solo se resuelven como números complejos y métricas de curvatura.