Nuevas consideraciones sobre mi intervención en la Global MedTech Compliance Conference a la que hacía referencia en una entrada anterior (aquí). Hay que luchar contra la corrupción, pero me parece que no conviene luchar solo -aunque a veces es mejor ir solo que mal acompañado. El problema es que, cuando uno lucha solo, se gana la oposición de los corruptos, en beneficio de los que no luchan: es más probable que pierda oportunidades de negocio (contratos, por ejemplo, si se trata de casos de corrupción de licitaciones públicas o privadas), entre en listas negras (de los corruptos, claro) o quede arrinconado, en beneficio de los que no tienen inconveniente en pagar.
¿Cómo se puede luchar junto con otros?
- Lo primero es apoyarse en competidores íntegros, que no quieran colaborar en la corrupción. Las asociaciones de empresas de un sector, o las de una zona geográfica, por ejemplo, pueden ser buenos aliados (si existen, y si son honradas, claro).
- En este caso hace falta una estrategia decidida, precedida de una discusión abierta («chicos, estamos todos metidos en esto y queremos salirnos, de modo que lo mejor que podemos hacer es hablar con toda claridad y no guardarnos cartas en la manga»),
- Un compromiso firme y muy claro de la altísima dirección de las empresas (cuantas más y más poderosas, mejor).
- Encontrar motivaciones atractivas para todos (más allá de los beneficios de este trimestre: la lucha contra la corrupción es una inversión a largo plazo, y el que no quiera entenderlo mejor que no entre en la batalla)
- Plantearse un objetivo claro (conseguir un sector honrado), con un enfoque amplio (la corrupción tiene muchas caras, y hay que afrontarlas todas; lo contrario es falsear los planteamientos)
- Permitir una variedad de estrategias, porque cada combatiente tiene sus propios problemas (pero siempre con un objetivo común y un verdadero propósito de colaborar con los demás: ¡con mis competidores!)
- Facilitar información, toda la que se pueda, sobre el entorno de la corrupción (confidencial, claro, pero toda: corruptos, métodos, intermediarios…)
- Y, probablemente, también formación. Y como muchas empresas no querrán participar ahi, por aquello de que «he visto a tus empleados en el programa de formación anti-corrupción: ¿tan mal estáis?», lo que habrá que hacer es hacerla obligatoria para todos (o algo así).
- Ya se ve que esto necesita, por encima de todo, unos propietarios (¡oído, fondos de inversión!), directivos y consejos de administración muy, pero que muy convencidos, de que la corrupción hay que pararla, y que esa es tarea de todos. Y una tarea que durará toda la vida, porque cada vez que cambie alguien en alguna empresa volverá a presentarse la pregunta: ¿y no sería bueno pagar y ya está?
Otro día seguiré con estos temas…
Volvemos al principio (como decíamos ayer) cuando San Antonio (de Padua) no permitió que se castigara por los números sino por las obras. Mientras la macro y la micro sigan “divorciadas” es peor todavía. Los números pueden describir el uso de los medios, si se hace correctamente, cosa que no se hace, hoy por hoy. Pero nunca pueden hacer justicia. Pueden indicar que hay que hacer justicia, pero no pueden hacerla. Como indica el profesor Polo: “El bien común, repito lo dicho en otras ocasiones, consiste en la comunicabilidad de los bienes superiores logrados por los hombres, pero que sólo algunos descubren o comprenden originariamente” … quizá por eso nuestros antepasados “bautizaron” la Economía como “Política”, porque hay más que sólo números. Los números pueden valer para el uso de los medios, pero no para hacer justicia. Ésta va más allá. La justicia versa sobre los fines. El poder judicial tiene que investigar mucho más que sólo números. Admiro a San Antonio que se dio cuenta de todo esto sin hacer matemáticas. Creo que los “indignados” tienen mucho de razón aunque algunos sólo sean cómplices en los reclamos.
Creo que iniciativas como las que a nivel internacional se han tomado de crear una especie de lista negra de empresas con prácticas corruptas que ya dejan de tener acceso a financiación del Banco Mundial o del BEI podría ser importante si se aplicara también a nivel nacional