En una entrada anterior expliqué cómo funcionaba la política monetaria tradicional… y por qué había dejado de funcionar en la crisis financiera. La «nueva política monetaria» trata de volver a hacer eficaz el manejo de la cantidad de dinero por parte del banco central. No es totalmente «nueva», porque ya se han venido tomando medidas desde el comienzo de la crisis de las subprime, en 2007, pero lo que ahora vemos es todo un panorama distinto.
El primer problema era la falta de demanda «solvente» de crédito por parte, principalmente, de las pequeñas y medianas empresas. Lo que el Banco Central Europeo (BCE) intenta es que los bancos no sean tan rigurosos en la selección de clientes, se arriesguen un poco más, no pidan tipos de interés demasiado altos y financien a los clientes que se lo merezcan. Para ello ha recurrido a grandes dosis de liquidez y bajar los tipos de interés que el BCE controla. Ahora solo queda que los bancos se animen a conceder más crédito, porque, como decía Keynes en su día, se puede llevar el caballo al agua pero no se le puede obligar a beber.
Otro problema es que los bancos no tienen suficiente liquidez (reservas en el banco central). Bueno, liquidez tienen, pero no están seguros de poder conservarla, si el BCE reduce su financiación y los mercados siguen sin fiarse de los bancos europeos. Se trata de que el BCE preste a tipos de interés muy bajos en sus subastas ordinarias (0,15%, una miseria), también cuando los bancos acuden a pedir liquidez extraordinaria (0,40%), y que dé grandes cantidades a largo plazo (400.000 millones de euros a cuatro años). Puede continuar la incógnita sobre si un banco determinado estará en condiciones de volver a sus fuentes tradicionales de financiación cuando pase ese plazo, pero, sin duda, el problema se traslada a un futuro remoto…
El tercer problema es que los bancos retienen la liquidez que reciben, porque, como ya hemos dicho, no están seguros de que conseguirán la financiación futura necesaria. Pues para que no retengan la liquidez, el BCE les hará pagar por sus depósitos en el propio banco central (un 0,1%, que es muy poco, pero que, sin duda, desanimará a los bancos a seguir guardando liquidez). La otra medida importante que ha tomado es exigir a los bancos que dediquen las reservas que el BCE les proporcione a conceder crédito a empresas medianas y pequeñas: si quieres liquidez, presta, les dice. Los bancos pueden estar de acuerdo, o pueden seguir conservando la liquidez en el BCE, porque la penalización es muy pequeña. Más difícil les será seguir acumulando deuda pública, que ha sido una solución cómoda para ellos (buena rentabilidad, riesgo mínimo y manejo fácil).
¿Y si, a pesar de todo, los bancos no prestan? Pues entonces solo queda saltarse a los bancos para acudir directamente a los sectores productivos, concediéndoles crédito de manera directa. Esto no resulta fácil para el BCE, pero sí puede comprar deuda privada (por ejemplo, deuda de los bancos con garantía de sus créditos a pymes), o deuda pública.
Es verdad: la política monetaria ya no es lo que era. A mis años, aquí me tienen aprendiendo cosas nuevas… Bueno, si este fuese el problema más grave de los economistas, o de los profesores, o de los banqueros…
Querido Antonio, leo que España se está financiando a un tipo de interés inferior al de EEUU (que tiene una triple A),
¿No piensas que podría tratarse de un «Fallo del Mercado»?
Si fuera así, estoy convencido de que será el propio «Mercado» quien ponga las cosas en su sitio, así que puede que la alegría sea muy efímera… y el dolor, intenso.
Me parece que lo que los inversores ven en la deuda española no son las virtudes de nuestra economía o de nuestras políticas económicas, sino la mano amiga del Banco Central Europeo…