El otro día tuve ocasión de hacer una reflexión personal sobre la ética y las finanzas, al escuchar lo que decían los ponentes en el 18º Simposio Internacional de Ética, Empresa y Sociedad en el IESE, en Barcelona (30 de junio y 1 de julio), sobre el tema «Ética en la contabilidad, las finanzas y la banca: Hacia una integración más completa».
La primera idea que me vino a la cabeza fue que las finanzas son instrumentos para aumentar la eficiencia de la economía y reducir sus costes, facilitar la financiación de las inversiones y hacer rentable el ahorro de los ahorradores. El problema se presenta cuando las finanzas tratan de producir beneficios por sí mismas, porque entonces el medio se convierte en fin y el instrumento adquiere vida propia. Entonces la función financiera se convierte en una buscadora de rentas, es decir, de beneficios extraordinarios que ella no crea, pero que detecta y redirecciona hacia alguien que se aprovechará de esa oportunidad.
Y esto no crea riqueza, sino solo la redistribuye. Y tampoco crea incentivos correctos, sino perversos, es decir, mueve a crear nuevas rentas (por ejemplo, reduciendo la competencia) y a repartirlas de otro modo. Ni genera motivaciones mejores, sino solo la búsqueda del beneficio por el beneficio. Ni mejora los aprendizajes morales.
O sea: las finanzas son muy buenas, pero como medios, no como fines. Como decía mi colega el profesor Rosanas, son secundarias pero imprescindibles en la economía.
Estimado profesor,
Cuando en el texto se habla de «la búsqueda del beneficio por el beneficio», se refiere a lo que en economía se entiende por «beneficios extraordinarios»? (o no necesariamente).
Muchas felicidades por el gran trabajo realizado con estos comentarios.
El «beneficio por el benficio» se refiere más bien a fijar el objetivo de la empresa en la maximización del valor para el accionista, pasando por encima del servicio al cliente, la calidad del producto, la innovación, la atención a los empleados, etc.