Responsabilidad social, compliance (cumplimiento normativo, legal o regulatorio) y buen gobierno fueron los tres temas que desarrollamos los pasados días 28 y 29 de octubre en un Programa Enfocado del IESE en Madrid, que codirigimos mi colega Joan Fontrodona del IESE y un formidable equipo de KPMG, liderado por Pedro Pablo Rodés, Alain Casanovas y Silvia Sorribas.
¿Tres temas juntos? Juntos y revueltos. Porque, al organizar el programa, llegamos a la conclusión de que los tres aspectos debían aparecer interrelacionados, porque lo están. Bueno, no siempre lo están, pero deberían estarlo. En efecto, compliance implica que dentro de la empresa hay quien se ocupa de que se observe todo lo exigido por la ley y las regulaciones, así como por las normas internas de la empresa, los códigos de buenas prácticas o códigos éticos y demás requisitos. Esto puede entenderse como una tarea, digamos, burocrática: ir poniendo cruces a un listado, hasta comprobar que todo se ha cumplido satisfactoriamente, para la buena marcha de la empresa y para la seguridad de los directivos y empleados involucrados.
Pero esto es eso, algo burocrático. La función de compliance debe estar entretejida de Responsabilidad social y de ética. Los que la ponen en práctica deben preocuparse no solo del cumplimiento, sino del espíritu, del alma de la norma. Y eso es la Responsabilidad social y la ética. Si no, acabaremos en lo de «hecha la ley, hecha la trampa». Y deben llevar a cabo tareas de formación de todos en la empresa sobre esos temas.
Y buen gobierno también, entendido como algo que empieza en los accionistas e inversores, sigue, o mejor, culmina en el consejo de administración, penetra en la función de la alta dirección y, desde ahí, fluye hacia abajo, hacia todos en la empresa. Y de nuevo esto no puede ser una tarea administrativa, sino el fruto de una reflexión de la que ya he hablado otras veces en este blog: ¿qué queremos que sea nuestra empresa? ¿Cuál es su misión? ¿Cuál es su papel en la sociedad? ¿Cómo desarrolla esa misión en todas sus acciones? Y ahí vuelve a aparecer la compliance, que, se dijo repetidas veces en el Programa, debía reportar al consejo de administración, y la Responsabilidad social y la ética. Porque, además, buen gobierno no significa gobernar para la maximización del beneficio de los accionistas, sino gobernar para la empresa, para sus stakeholders (clientes, proveedores, empleados, comunidad local, sociedad), con visión a largo plazo y pensando en la continuidad de la empresa.
La conclusión que saqué de las sesiones de ese Programa es que cada vez más tendremos que hablar de la RSCBG, es decir, de la Responsabilidad social, compliance y buen gobierno, como una única función con varias dimensiones. O, si al lector le parece demasiado largo, hable sencillamente de buen gobierno y buena dirección, y ya está. Al fin y al cabo, nos referimos a eso, ¿no?
MUY BUENA LA RFLEXION PROFESOR!!
A mi modesto entender, no es un a tarea facil, requiere de un equilibrio emocional, y sabiduria
técnica, en el objetivo de la empresa. Creo que aqui es imprescindible y medular el trabajo en equipo
para lograr un armonioso desarrollo de todos los requerimientos y RS de los stekeholders. Es un trabajo
lento de transformación cultural, y firme en los propósitos u objetivos de la orgaización.
No quiero parecer iterativo, profesor. Disculpe usted, pero creo que las interrelaciones y entretejidos de que nos habla son una ampliación de la sincronización a nivel cualitativo. El cuantitativo requiere contra-relaciones que no se hacen. El cualitativo requerirá que quien las «evalúe» tenga la capacidad de hacerlo. A mí, me parece evidente que quien no sabe contra-relacionar cuantitativamente, menos sabrá hacerlo de modo cualitativo. Lo que usted razona es real y concreto, además de muy cierto; pero es imposible con las técnicas actuales. Entramos a un terreno de «intuición» directiva casi mística. Repito que no es pesimismo sino realismo. Gracias por el post que como siempre, nos inspira y reta.
Javier:
Me parece que el problema que planteas, si es que te entiendo bien, se resuelve con la virtud de la prudencia gubernativa, que es la esencia de toda tarea de gobierno. Requiere formación técnica y humanista (antropológica y ética) e implica experiencia de vida. Es cierto que no es fácil de lograr, pero tampoco es una intuición casi mística, sino sabiduría práctica. Se me ocurre que si enfocamos el tema desde esta perspectiva tal vez no parezca tan imposible.
Es una de las virtudes infaltables, pero como Polo en AT dice que la prudencia es para los medios (empresas) y la justicia para los fines (personas). Me parece que si cuantificamos imprecisamente ya estamos fallando y peor será en el terreno cualitativo. La prudencia gubernativa es sabiduría práctica pero no toda. Lo que pasa es que recién nos estamos dando cuenta de ello porque la AT de Polo tiene pocos lustros de vida. Es más, él asegura que no se puede expresar con palabras, sólo con su ejercicio (la sabiduría esencial, ni siquiera la trascendental que es la fuente). Alguien injusto en lo pequeño no podrá ser justo en lo de gobierno y como todas las virtudes crecen juntas, tampoco será prudente. Medir la torta por correlaciones ya es injusto … ergo … Gobernar es buscar la justicia. La prudencia se queda corta. Creo que allí ha radicado el error político, clásicamente hablando.