Sobre una posible crisis de la Responsabilidad Social de las Empresas (III)

Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas

Ya van dos entradas sobre el tema de una posible crisis, desánimo o enfermedad de la Responsabilidad Social (RS). Y continúo, pidiendo perdón al lector si le aburren estas entradas largas… Pero el tema, me parece, lo merece. Ahora me referiré a la relación entre RS y rentabilidad.

Para muchos inversores, accionistas, propietarios y directivos, académicos, consultores y expertos, el objetivo de la RS es la rentabilidad. Quizás por razones teóricas o ideológicas: porque participan de los argumentos de la economía neoclásica, que considera que, bajo ciertas condiciones, si la empresa maximiza su beneficio, se alcanzará un óptimo social. Es verdad que a menudo se reconoce que esas condiciones no se cumplen, porque hay fallos de mercado, externalidades, información asimétrica, falta de equidad en el punto de partida de los distintos agentes… de modo que la maximización del beneficio se matiza con las intervenciones públicas (impuestos, subsidios, regulaciones) y con las intervenciones (voluntarias) que se incluyen en la RS. Esto nos lleva, de nuevo, al debate sobre el modelo de empresa, cuya omisión, me parece, resta transparencia a nuestra manera de entender la RS, provocando, quizás, el desánimo antes señalado.

Hay otra razón, pragmática, para relacionar la RS con la rentabilidad: si la RS es “rentable”, esto facilita su aceptación por los directivos, consejos de administración, accionistas e inversores, con argumentos sobre la rentabilidad de la RS (“incrementa la performance financiera de la empresa”), la competitividad (“los planes nacionales de RS se orientan a mejorar la competitividad del país”), la creación de valor social (“la RS produce beneficios económicos para todos”), la innovación (“la RS cambia la manera de pensar y los incentivos del personal, promoviendo la innovación”) o la reputación (“la RS produce ventajas intangibles, que se traducen en beneficios medibles”). Sí, ya sé que meto demasiadas cosas en el mismo cesto, pero me parece que todas ellas están emparentadas: son, diría yo, distintos argumentos para el mismo objetivo: «vender» la RS.

Hay, probablemente, mucha verdad en estos argumentos, cuyo uso en la promoción de la RS me parece legítimo. Pero si la razón última de la aceptación de la RS es económica, la RS “juega” en campo contrario, con las reglas que ha fijado la economía, y así podrá marcar algunos goles, pero nunca ganará la liga. La RS será siempre un argumento menor, que tratará de moderar la motivación por el beneficio mediante limitaciones que, venidas desde fuera del proceso central de la empresa, económico y maximizador, y entendidas como costes que se enfrentan al beneficio, legítimo y dominante, pondrán a los directivos siempre a la defensiva. Y el pesimismo sobre la RS estará justificado.

No he acabado. Continuaré otro día.

One thought on “Sobre una posible crisis de la Responsabilidad Social de las Empresas (III)

  1. Estimado profesor Argandoña,
    Lo que hace ya muchos años aprendí de Vd. en una de las primeras conferencias sobre
    ética empresarial es que la RS hay que SENTIRLA en el fondo de nuestra convicción ética.
    Y ejercerla voluntariamente en la medida de las posibilidades que uno tenga.
    Incluso dando gracias por la satisfacción de poder hacerlo.
    Si empezamos a calcular cómo la implantación de la RS va a repercutir en nuestra cuenta de resultados, está bien, pero hablemos mejor de solo imagen y de economía, pero no de RS que atiende al
    concepto de realización de las personas.
    Saludos.

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