¡Cuántas veces decimos que la confianza es clave en el buen funcionamiento de las empresas! Porque reduce los costes de transacción (hay que montar menos controles y menos supervisión), porque es contagiosa (si los demás confían en mí me veo impulsado a confiar en los demás, el menos hasta que alguien traicione mi confianza), porque anima a todos a pensar más en los demás y menos en uno mismo…
Me dirá el lector que esa la función de compliance o cumplimiento en la empresa: un departamento o persona encargado de que todos cumplan la ley, que detecte laas violaciones contra las normas (incluido el código interno de buenas prácticas) y recoja las quejas. Bien, pero me parece que esa no es la confianza de que hablaba antes. El Chief Compliance Officer (CCO) crea confianza para la empresa y para los que la dirigen, pero no necesariamente para los empleados.
¡Cuántas veces vemos a nuestro alrededor cosas que no nos gustan, que no nos parecen correctas, nos encontramos con dilemas éticos… que el CCO no puede resolver, ni tampoco el directivo encargado de RSC! Sería bueno poder pedir consejo en estas situaciones. ¿Esto está mal, verdaderamente? ¿Por qué o por qué no? Y, más importante, ¿qué debo hacer yo? ¿Puedo negarme, y poner en peligro mi puesto de trabajo? ¿Puedo aceptarlo, aunque vaya contra mi conciencia? ¿Debo denunciarlo?
Me dirá el lector que esto se arregla con las denuncias. Pero me parece que esa no es la solución. Hay un problema de confidencialidad: a menudo uno no denuncia porque no sabe con quién está hablando, y porque teme que se sepa quién lo ha hecho y se tomen represalias, a veces por la empresa, opor los colegas, casi siempre disimuladas… Otras veces la denuncia la recibe una organización externa, que no conoce la cultura y la situación de la empresa, y que puede estar más interesada en elaborar un informe que en resolver un problema. Lo que se espera después de una denuncia es una investigación y una solución, pero muchas veces el problema del whistleblower, del que toca el silbato (ese es el término inglés) es más personal: le preocupa, desde luego, la mala acción del otro y sus repercusiones para la empresa, pero le preocupa más su actitud personal y las consecuencias para él.
Me parece muy bien que en las empresas haya un CCO; es necesario, lo reclama la ley y es una buena práctica. Pero no estaría de más que pensásemos de qué medios dispone una persona con un problema ético en la empresa. ¿Tiene a su alcance una persona neutral e independiente, a la que formular su consulta, de manera informal y confidencial?
A menudo tenemos acceso a esa persona: un amigo, un conocido de buen criterio, al que pedir consejo, porque sabemos que será leal, que nos dirá lo que piensa, que nos obligará a razonar desapasionadamente sobre el caso, que nos nos traicionará, que nos dará un buen consejo (si está en condiciones de darlo, claro), y que no nos quitará la libertad para hacerlo. En la religión católica esa es la figura del confesor, que conoce los criterios, es independiente, solo quiere nuestro bien, está lleno de humanidad y está obligado a no revelar lo que sabe. En términos más generales, es el consejero o director espiritual, aunque este está más orientado a orientar nuestra vida que a darnos un consejo aislado.
En Estados Unidos se está fomentando la figura del ombuds corporativo, que cumple esa función. No me atrae la idea de crear estructuras nuevas para algo que debería poder hacer cualquier persona con formación, virtudes, criterio y sentido de responsabilidad. En todo caso, lo importante no son las denuncias (que ya he dicho que pueden ser necesarias) ni los informes, sino el consejo personalizado, que tranquiliza la conciencia… o la intranqiliza, claro, si tiene que decirnos que debemos cambiar nuestra actitud y que debemos complicarnos la vida.
La ventaja de ese ombdus corporativo es que está al alcance de todos. El inconveniente es que quizás no todos tengan confianza en él, al menos al principio. Los primeros que tendrían que ir a ver a ese confesor o consejero espiritual laico deberían ser los directivos. Y para ello tendrían, probablemente, que preocuparse menos de lo formal (normas, reglamentos, denuncias, informes, procedimientos…) y más de lo informal (cultura, ética, responsabilidad social…).
Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas.
Estimat profesor,
Una empresa crea confianza cuando todos sus miembros creen en el Efecto Pigmalión: lo más humano es que si alguien confia en tí, trates de no defraudarlo.
Y ante el conflicto está tambien la figura del mediador. Persona imparcial e independiente y que sin ningún
rol de juez intentará mediar para que las partes lleguen a un acuerdo en que nadie sea el perdedor.
Creo que con estos sencillos medios éticos y de sentido común una empresa o cualquier otra organización puede desarrollarse felizmente.
Salutacions.