El lector me dirá que tengo manía al mundo de las finanzas. Lejos de mí: las finanzas son fundamentales en la vida de las personas, de las empresas y de las naciones. Piense el lector, por un momento, qué pasaría si no existiesen los bancos, el dinero, el crédito, las inversiones, la gestión de patrimonios… Bueno, ya lo conocimos hace unos cuantos milenios, cuando vivíamos en la cavernas. Y percibimos lo que podría volver a ocurrir cuando el corralito argentino. los bancos cerrados dos tercios del mes, EL dinero inmovilizado en el banco durante días, imposibilidad de pagar y, lo que es peor, de cobrar, LA perspectiva de haber perdido una parte importante de la riqueza que teníamos… Vivan las finanzas, claro.
El lector ya ha leído otras veces mis comentarios sobre John Kay, al que he traído a menudo a este blog. John acaba de publicar un libro, titulado «Other People’s Money», en el que argumenta que las instituciones financieras han abandonado su función social, que era la de actuar de intermediarios entre ahorradores e inversores, canalizando los fondos de los primeros hacia los segundos, guardando y cuidando la riqueza de los primeros y ayudando a los segundos a hacer productiva esa riqueza. Kay sostiene que las instituciones financieras llevan a cabo la mayor parte de sus operaciones entre ellas: solo el 3% de las operaciones de los bancos birtánicos se dirigen a entidades productoras de bienes y servicios, a la economía real. La función principal de los bancos es ahora «intercambiar trocitos de papel» entre ellos. Claro que esto genera más liquidez, pero se trata de liquidez para ellos, para los que intercambian papelitos. Y eso cuando no obtienen sus beneficios mediante maniobras fiscales, arbitraje regulatorio o manipulación contable.
Ya he contado alguna vez a mis lectores que la causa de esto hay que buscarla en la evolución de la teoría financiera, a lo largo del siglo pasado, que culmina en los años cincuenta con la teoría de la gestión de carteras. Esa teoría se interesa por la generación de valor para el capital, dado un nivel de riesgo. El capital ya no es un intermediario con la economía real, cuya rentabilidad depende de esta, sino un ente autónomo, con vida propia, capaz de aumentar su valor (limitado por el riesgo) sin referencia a la economía real, motivado a hacerlo porque los recursos son escasos (la ética de las finanzas es la de la eficiencia económica, porque los recursos son escasos), y hecha posible por la creación de instituciones, productos, mercados y agentes que se dedican a esto.
Hay muchos izquierdistas que se apuntan a este argumento, por razones ideológicas, relacionadas con el desmoronamiento del capitalismo, al que tendrá que sustituir otro sistema, del que solo conocemos ahora unos antecedentes cuyas consecuencias totalitarias, deshumanizadoras e ineficientes nos asustan (a pesar de los que aun piensan que, una vez desmontado el capitalismo, ya encontraremos otro sistema mejor, sin caer en los peligros del comunismo o de otras ideologías). Pero Kay no es sospechoso de izquierdismo. Lo que está diciendo es que necesitamos volver a pensar los modelos de nuestras finanzas. Gran tarea para los economistas, los teóricos de las finanzas y los que las practican… si somos capaces de inspirarnos en concepciones del hombre más ricas que las del homo oeconomicus.
Francisco I interviene enfatizando que haber supuesto que explotar la naturaleza es ajeno a su re-generación ha sido un craso error porque la orden era crecer y multiplicarse. No multiplicarse creciendo. Separar las finanzas de la economía viene siendo un error. Pero ésta, se separó de la producción, antes; con lo que erró primero. Sincronía es la palabra que salva la naturaleza (Polo en Nietzsche como pensador de dualidades).