Ahí es nada lo que decía hace unos días Edward Freeman, el «padre» de la teoría de los stakeholders, en una entrevista que le hacía la profesora Leire San-José, de la Universidad del País Vasco, para Corresponsables (aquí): «si el enfoque multistakeholder se integra como modelo de negocio, la [Responsabilidad Social Corporativa] RSC ya no es necesaria».
Su tesis es muy clara. las [buenas] empresas crean valor para todos sus grupos de interés: clientes, proveedores, empleados, comunidad local… No es que deban hacerlo: es que lo hacen: «es simplemente cómo creo que funcionan los negocios», dice. Eso es lo que dice la teoría de los stakeholders. Y eso es lo que intenta la RSC, que no es simplemente filantropía, acción social o coasa accesorias. De modo que, si las empresas sigan centradas en la creación de valor para todos los stakeholders, ya no necesitarán la RSC, aunque esto, dice, «tardará generaciones en implementarse». O sea, la fecha de caducidad de la RSC no es inminente.
Esta es otra manera de decir que una empresa socialmente responsable es una buena empresa: si las empresas son buenas, ya son responsables, y no necesitarán hacer nada especial. Estoy de acuerdo con esto, con dos matizaciones.
Una, práctica: una buena empresa, socialmente responsable, necesitará probablemente instrumentos para poner en práctica sus ideales; la RSC, entendida como conjunto de técnicas, prácticas o sistemas de gestión, pero no como modelo de empresa, seguirá teniendo validez. Que duerman tranquilos los responsables de RSC, que su puesto de trabajo no peligra, por ahora, aunque quizás pierda glamour.
Y otra, esta más de fondo. Definir el modelo de empresa como creación de valor para todos los stakeholders requiere, me parece, algunas precisiones. Porque no es solo valor económico, sino que incluye otros muchos valores, porque las motivaciones de los stakeholders son muy variadas, e incluyen satisfacciones, aprendizajes de conocimientos y capacidades, desarrollo de actitudes y virtudes y más cosas. Por eso, yo definiría el modelo de stakeholders no como creación de valor para todos, sino atención a sus motivaciones particulares.
Pero me parece que me pondría muy pronto de acuerdo con Ed Freeman, porque Leire San-José le pregunta cómo gestionar los intereses múltiples y complejos de los stakeholders, y Freeman le contesta: «Hay que lograr que los empleados apoyen el propósito de la empresa». Esto puede tener dos lecturas: una instrumental, incluso manipuladora: hay que «sobornar» o «engañar» a los empleados para que se tomen en serio el propósito de la empresa (que me parece no es lo que Freeman piensa), y otra integradora: la gestión de las motivaciones de los stakeholders se centra en el propósito de la empresa. «Ven a trabajar conmigo», le diría el director general a un nuevo empleado, «aporta tus conocimientos y capacidades, porque el proyecto en que quiero implicarte vale la pena. Y cuéntame lo que necesitas (que no coincide con los que deseas a corto plazo), para que yo intente tenerlo en cuenta, al tiempo que trato de sacar adelante el propósito de la empresa» -que, claro, no se limitará a maximizar el valor para el accionista.
Una entrada en el Blog que apoya un debate necesario.
Con o sin fecha de caducidad del concepto RSC, creo que es muy conveniente que se debata sobre ello.
Seguramente que las legislaciones futuras incorporarán espacios que hoy parecen propios de la RSC, y la distancia entre lo obligatorio y lo discrecional se acorte, dejando a parte la filantropía.
Con los mejores deseos para 2016.
Joaquín Solana.
Don Antonio, permítame un agregado. Lo que usted propone ya no sería, en mi opinión, el modelo de stakeholders, sino de bien común. Este último no anula el primero sino que lo perfecciona, pues asume sus premisas pero corrige la antropología liberal que le subyace. Entonces las necesidades de los stakeholders, especialmente de los empleados, no son sólo económicas sino de desarrollo humano.
Que tenga un buen 2016.