Esta es una entrada pesimista, y me sabe mal, porque no es mi estilo. O sea que me gustaría mucho estar equivocado y que me lo digáis a gritos, si hace falta. No voy a decir nada nuevo: me da la impresión de que la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE) no la manejan las empresas. Tampoco lo hacen los gobiernos, aunque parece que los expertos, consultores y académicos quieren que lo hagan.
Digo esto porque últimamente la RSE parece ser un subproducto de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, o de los Derechos Humanos, o del cambio climático (con una ayudita de los huracanes del Caribe)… ¡Y gracias a la Unión Europea, que nos obsequia con nuevas directivas para que seamos cada día más responsables! Claro que estos asuntos interesan a las empresas, pero -voy a pensar mal- me parece que forma parte de una manera de hacer RSE que apunta a objetivos externos, que hemos dado desde fuera a las empresas y a sus directivos. Me parece que esto favorece una manera de pensar como la siguiente: mi empresa ya tiene cubiertos los flancos internos, como son el laboral, la información a los inversores, el medio ambiente y el cambio climático, la seguridad de mis productos… Ahora lo que me interesa es ganar reputación y apuntarme a la solución de los grandes problemas mundiales, porque para eso estamos las empresas -las grandes, claro-, que así podemos hablar de tú a los gobiernos, que nos necesitan…
Y esto es un riesgo, porque podemos convertir la RSE no en un recordatorio de la responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad (mi definición favorita de RSE, tomada de la Comisión Europea), sino en un añadido, el «más difícil todavía», el «cada día más responsabilidades, más ambiciosas». Un riesgo, porque esto es un lenguaje que no pueden entender las pymes -y es lógico: mi bar en la calle principal del pueblo… ¿responsable del cambio climático? ¡Anda ya…!- de modo que las estamos confundiendo (y perdón, pero el bar de la esquina es una pyme, vamos, digo yo que debe serlo…). Un riesgo porque estamos convirtiendo la RSE en algo de obligado cumplimiento, para solaz de los académicos y consultores y para regodeo de los políticos y de los medios de comunicación. Un riesgo, porque, como he apuntado antes, favorece la colaboración de grandes empresas y gobiernos (colaboración no es la palabra adecuada, ¿verdad?), porque les interesa a las empresas, que adquieren peso político y, por tanto, fuerza, y a los políticos, porque pueden alardear de solucionar los grandes problemas… con la ayuda de las grandes empresas.
Al final, me pregunto qué nos queda a los que tratamos de explicar qué es eso de la RSE. Desde luego, está muy lejos de centrar la responsabilidad en la persona del propietario o alto directivo que se pregunta todos los días: ¿de qué soy responsable yo? Porque, si queremos ayudarle a contestar esta pregunta le hemos de poner ante sus procesos de producción, sus relaciones de mercado, su gestión de riesgos, sus problemas financieros, sus deberes fiscales… No sé, pero a mí me gustaría que siguiésemos pensando en esto.
gracias
Estimado profesor,
El propietario, directivo, o cualquier otra persona que colabore en la empresa ha de tener obviamente un interés y atención completa a que la empresa funcione óptimamente, incluido naturalmente el beneficio económico para que la empresa pueda funcionar, produciendo los productos o servicios que la sociedad necesita. Una vez dicho esto, viene la responsabilidad social, que para mi consiste simplemente en un sentimiento. Se tiene o no se tiene. Si no se tiene, todo queda en maquillages, posturas o intereses que no tienen nada que ver con la RSE. Y si ese propietario o directivo se pregunta ¿de qué soy responsable yo?, quien sabe si para hacerse el loco y alargar su inoperancia en este aspecto social, vale más que no sea hipócrita y no pregunte nada.
Saludos
Estimado profesor, con todo respeto aunque no lo parezca, espero que ese error no se deba a la dirección de la flecha de la Misión Externa hacia el Mando, que está al revés, en el octógono de Juan Antonio. Sus libros se siguen re-editando con este inconveniente. Parece broma, pero puede no serlo, ya se ve.
Totalmente de acuerdo. Las grandes empresas, que ya están aburridas o que creen que tienen lo básico cubierto, se van a otro nivel, a otro mundo, el de la figuración internacional, el del cabildeo global, el de mejorar su visibilidad y reputación. Lo grave es que las empresas que no juegan en esa liga pueden creer que eso es lo que hay que hacer y se distorsionan todas sus acciones y la concepción de su responsabilidad ante la sociedad. Pero el principal culpable de todo esto son los consultores que les dicen a las empresas no globales que se embarquen en actividades que van mucho más allá de sus capacidades y necesidades, solo para parecer que están en la última, en la moda, en lo más reciente. Y no hablemos de la mayoría de los académicos.
Profesor, interesante reflexión. Un aspecto «positivo» cada vez más presente en el mundo anglosajón (también en España) es el voluntariado corporativo. Empresas que facilitan (tiempo, recursos, contactos) para que sus empleados en horario laboral puedan colaborar en proyectos con impacto social. En muchos casos son los mismos empleados quienes lo promueven. Los resultados son en general positivos: empleados que muchos casos afirman mejorar como personas. Clima laboral que a veces mejora al ir juntos a estas actividades empleados que tenían fricciones. Esto es RSE a mi juicio de la mejorar calidad pues dar dinero es fácil pero dar nuestro tiempo eso es otra cosa. Y exponernos también al tema emocional pues estar en contacto directamente con problemas sociales tiene coste emocional, pero eso es mojarse y lo otro es ver los toros desde la barrera. (Espero no se sientan ofendidos los «antitaurinos» por este símil). Es muy pequeña esta contribución positiva a estas interesantes reflexiones suyas que hacen pensar. Hay sombras y nubarrones pero también rayos de luz.